El próximo fin de semana se celebrará, un año más, el día de los antiguos alumnos, es la fecha señalada en el calendario para volver a casa y reencontrarnos con los amigos de toda la vida. Como en Navidad, estos reencuentros familiares siempre incluyen la necesidad de ponerse al día, de comprobar hasta qué punto han cambiado las cosas y decidir si cualquier tiempo pasado fue mejor.
Por Ricardo Martínez Galán
Por Ricardo Martínez Galán
Acabamos de conocer que el Rey abdica en su hijo, un acontecimiento que no pasa todos los días, ni siquiera todas las décadas, deberíamos estar elucubrando sobre ello, sobre las razones reales o imaginadas de semejante decisión y sin embargo estamos aquí para hablar de lo nuestro, de Villafranca. O somos muy chulos y pensamos que nuestro antiguo Colegio es más importante que decidir entre monarquía y república, o decididamente somos unos auténticos frikis.
El
Colegio ha cambiado mucho, muchísimo. Desde la carcasa (instalaciones
deportivas) al interior, que es lo importante. Ahí destaca por encima de todo
la disminución del número de jesuitas. Queda lejano el tiempo en que prácticamente
había uno como director de casi todos los cursos, ya fuera un padre o un
hermano. La escasez de vocaciones no ha permitido mantener este nivel de
atención, aunque se trata de una situación que se veía venir desde lejos y para
la que la Compañía
lleva años preparándose. Es una situación que afecta no solo a los colegios y
en particular a San José, sino a los cientos de obras actualmente en marcha. La
solución ideada pasa porque los seglares formados en estas obras terminen haciéndose cargo de ellas, no hay duda que son
gente sobradamente preparada y comprometida, mis dudas solamente se refieren al
efecto que un jesuita causa en los demás, ese carisma que emana de quien se
entrega a la causa desinteresadamente y que es muy útil a la hora de que se
sigan las directrices dadas. En este aspecto, un seglar se lo tiene que
trabajar más, es una carrera a largo plazo y no siempre se cuenta con la misma
ayuda de los demás. Ya digo que Villafranca tampoco se ha
librado de esta situación. Es de sobra conocido que el cargo de director
general lo ocupan seglares desde hace muchos años, primero D. Manuel Montanero Morán
y hasta este mismo curso D. Juan Martínez González.
A ambos les tocó lidiar con un proyecto inmerso en una sociedad que ha cambiado mucho, en la que el internado, ahora residencia, no tiene el éxito de antaño, probablemente porque los padres de ahora no estemos tan dispuestos a la ausencia de nuestros hijos como lo estaban nuestros padres y también, cómo no, por el sacrificio económico que comporta. La cifra debe estar en poco más de una tercera parte del número de internos que había hace 25 años y eso es un problema desde el punto de vista económico, que se añade a la limitación de recursos y autonomía que supone el concierto educativo, por el que se optó en su día por razones ideológicas al considerar que el Colegio debía estar abierto a cualquiera que quisiera formarse en él. Es bastante habitual utilizar el dato del número de internos para analizar la viabilidad del proyecto, pero creo que el análisis no es correcto si se realiza exclusivamente desde el punto de vista económico. En este sentido, que haya menos internos solamente significa que se reduce una de las fuentes principales de sostenimiento, es decir, el mismo problema que hoy día tiene cualquier empresa, que se ve abocada a buscar otros medios de financiación, nuevos mercados y adaptar el producto para hacerlo más atractivo para convencer a los potenciales consumidores. En Villafranca tenemos hecho parte de este trabajo porque desde 1994 contamos con una Fundación que nos permite captar recursos que cada año se destinan a becas para los alumnos, a renovar y mantener las instalaciones y medios técnicos o a financiar algunas de las actividades que le dan a San José ese plus que lo hace diferente.
A ambos les tocó lidiar con un proyecto inmerso en una sociedad que ha cambiado mucho, en la que el internado, ahora residencia, no tiene el éxito de antaño, probablemente porque los padres de ahora no estemos tan dispuestos a la ausencia de nuestros hijos como lo estaban nuestros padres y también, cómo no, por el sacrificio económico que comporta. La cifra debe estar en poco más de una tercera parte del número de internos que había hace 25 años y eso es un problema desde el punto de vista económico, que se añade a la limitación de recursos y autonomía que supone el concierto educativo, por el que se optó en su día por razones ideológicas al considerar que el Colegio debía estar abierto a cualquiera que quisiera formarse en él. Es bastante habitual utilizar el dato del número de internos para analizar la viabilidad del proyecto, pero creo que el análisis no es correcto si se realiza exclusivamente desde el punto de vista económico. En este sentido, que haya menos internos solamente significa que se reduce una de las fuentes principales de sostenimiento, es decir, el mismo problema que hoy día tiene cualquier empresa, que se ve abocada a buscar otros medios de financiación, nuevos mercados y adaptar el producto para hacerlo más atractivo para convencer a los potenciales consumidores. En Villafranca tenemos hecho parte de este trabajo porque desde 1994 contamos con una Fundación que nos permite captar recursos que cada año se destinan a becas para los alumnos, a renovar y mantener las instalaciones y medios técnicos o a financiar algunas de las actividades que le dan a San José ese plus que lo hace diferente.
En
mi opinión, no puede medirse la viabilidad del proyecto por el número de
internos, sino por la labor que desempeña formando personas. De este modo,
deberíamos fijarnos en el modo en que nuestros antiguos alumnos se desenvuelven
en la sociedad, cada uno en su rincón, ya sean directores generales de una
multinacional o funcionarios interinos en una ventanilla del pueblo más pequeño
de Extremadura. Así que medir el éxito de Villafranca solamente por lo
económico es un error, pero sobre todo, muy injusto. Probablemente, alguno se
haya escandalizado cuando ha leído que propongo cambiar el producto,
seguramente opine que no hace falta tocar algo que ha funcionado durante ciento
veinte años. Bueno, yo creo que una de las claves de este colegio y por eso,
precisamente, ha durado tanto, es su capacidad para ofrecer un proyecto
equilibrado entre la formación humana y la académica. La primera ya la tenemos
conseguida, si acaso variará el lenguaje o los métodos, mientras que la segunda
hay que ir adaptándola continuamente a la demanda: idiomas, nuevas tecnologías,
competencias emocionales,… Necesitamos insistir en un producto de máxima
calidad, porque el mundo en el que vivimos nos obliga a competir y eso sabemos
hacerlo, no en vano el deporte ocupa un puesto central en la formación de
nuestros chicos y chicas. Puede sonar actual y revolucionario, pero en el fondo
se trata de llevar a la práctica uno de los valores del ideario del Colegio San
José: la excelencia, la búsqueda del (ser) más.
En
este proceso de continua adaptación, ya digo que tenemos la herramienta
adecuada, en la que además están representados todos los que se sienten
afectados por el proyecto educativo del Colegio: la Compañía de Jesús, la Asociación de Madres y
Padres de alumnos y la
Asociación de Antiguos Alumnos. Se trata de darle el impulso
necesario y esa será una de las tareas del nuevo director general, el P. Rafael
Mateos Poggio, que ya conoce el paño porque lleva varios años en Villafranca,
sin duda que será inteligente a la hora de manejar la ayuda de que dispone,
especialmente de los padres de los actuales alumnos, llamados siempre a jugar un
papel destacado porque son los que mayor interés tienen en que el Colegio pueda
ofrecer la mejor educación posible a sus hijos. En lo que se refiere a los
antiguos alumnos, también estaremos ahí cuando se nos requiera y lo haremos por
compromiso personal o por razones puramente sentimentales, mostrando que, como
mi madre me recuerda a menudo, Villafranca pasó por nosotros.
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