Acaba un nuevo curso escolar. Con
alegría para muchos y con tristeza para otros por los resultados académicos.
Hasta aquí, lo mismo de siempre. Sin embargo, este no es un curso como los
demás. Próximamente nos enfrentaremos a una nueva ley orgánica, la LOMCE, y van ... ¿Nos lo deberíamos hacer ver?
Queríamos conocer el punto de vista de alguno de sus destinatarios principales y le hemos pedido opinión a Carmen Ballesteros, docente con una dilatada experiencia en el mundo de la educación. Esta es su reflexión.
Hablar de una ley orgánica es
hablar de palabras mayores. Pero una vez más, nos enfrentamos a una nueva
aventura. Es curioso que todos los partidos políticos ansíen llegar al poder
para cambiar la ley que ha dejado su antecesor. Da igual el color político que
nos gobierne, todos parecen tener el
mismo objetivo. Y es curioso también que ninguna hasta ahora haya funcionado.
Es posible que las razones que llevan a unos y a otros sean puramente por
intereses meramente políticos y que la razón principal: “la mejora de la educación de un país”, esté muy lejos de sus
pensamientos. Cuesta pensar que nada de lo hecho funcione y que además sirva como
arma arrojadiza para destruir al contrincante, pensando, ingenuamente que los
nuevos cambios legislativos mejorarán lo hecho por los anteriores.
Desde hace un tiempo venimos
asistiendo desde las instancias políticas a comentarios que no han dejado
indiferentes a casi nadie: “los alumnos
no estudian, los padres no colaboran en la educación y los profesores trabajan
poco y además tienen muchas vacaciones”. Me cuesta como docente aceptar de
buen grado estos comentarios, que lejos de la realidad, sirven como excusa para
la “reestructuración” o mejor “para los recortes” del mundo educativo.
Si los alumnos no estudian “más
caña al mono”, más esfuerzo, más ratios en las aulas, más pruebas externas,
nuevas reválidas…. Si los padres no colaboran, dejemos fuera a los padres de
todas las estructuras de participación en los centros, demos menos ayudas a las
asociaciones, demos menos becas…. Si los profesores trabajan poco, rebajemos
los cupos en los centros, suprimamos programas, congelemos o suprimamos
complementos salariales…. En fin estas son algunas de las brillantes ideas que
últimamente se han puesto en práctica para mejorar el sistema educativo, amén
de aquellas que aún quedan por llegar.
A pesar del enorme esfuerzo que
supuestamente han tenido que hacer para llevarlas a cabo, eso es lo que nos
dicen los políticos, desafortunadamente las cosas no cambian, nada mejora, sino
todo lo contrario.
Llevo 30 años trabajando como
docente y la realidad que yo he vivido dista mucho de los análisis que nos
cuentan. He conocido pocos alumnos que cuando se les ha intentado ayudar de
verdad, hayan rechazado la ayuda. He conocido muy pocas familias que no hayan
querido colaborar en la escuela, si de verdad hemos creído que su ayuda era
importante. Y he conocido magníficos profesores que no han escatimado tiempo ni
esfuerzo por intentar mejorar la vida académica y personal de sus alumnos. Qué
diferencia, señores, es como si habláramos de mundos bien distintos.
Por ello y
desde mi humilde experiencia como docente me dirijo a usted señor Wert, que hoy
es el responsable del futuro académico de nuestros niños, de nuestros
adolescentes y de los futuros ciudadanos
de nuestro extraordinario país. Y me dirijo a usted que queriendo pensar que
los cambios que propone los ha meditado, reflexionado, planificado con miras
más allá de intereses políticos, analizado sus consecuencias en un corto y
medio plazo, pueda tener en cuenta, antes de su aprobación, algunas
consideraciones.
Cuando los niños inician su
andadura escolar, tres añitos y muchos a partir de los cuatro meses, no es
fácil encontrar a niños desmotivados, ni padres ausentes. Todo lo contrario, la
sonrisa y la alegría es la seña de identidad en esta etapa, tanto de los padres
como de los niños. A medida que vamos avanzando la alegría deja de ser menos
hasta terminar en un profundo hastío por lo escolar, me refiero ya a la
Secundaria.
¿Qué ha pasado en todo este
tiempo? ¿Cómo hemos contribuido para que esto pueda llegar a ocurrir? ¿Qué
cosas no hemos tenido en cuenta? O, ¿qué hemos priorizado para llegar a estas
situaciones? Claro, los aprendizaje son más complejos, hay más asignaturas, más
tiempo escolar, los padres se han desentendido, los profesores no están
comprometido, los alumnos no estudian y no se esfuerzan y bla, bla, bla. Es
verdad, puede que muchas de estas cosas sean ciertas, pero si nos referimos a
los currículos supongo que están diseñados para la capacidad cognitiva y
madurativa de los alumnos a los que va dirigido, por tanto, no debería ser así.
Deberían ser capaces de adaptarse a todos esos requerimientos que tan bien
diseñan las leyes orgánicas y posteriormente desarrollan las Comunidades
Autónomas. Y sin embargo, no funciona.
Entre bambalinas
Si los padres dejan de estar,
¿qué hacemos para que no sea así? Si los alumnos no estudian y no se esfuerzan,
¿qué recursos utilizamos para evitarlo? Y si los profesores no se comprometen,
¿qué hace la Administración educativa para reforzar su escaso compromiso? Leído
de un tirón, no se me ocurre otra que pensar que falta de responsabilidad. Qué
desatino. Pero, es que señor ministro, tal vez hay que preguntarse por qué
siempre se deja fuera del diseño de las leyes a los verdaderos actores, a todos
aquellos que van a participar activamente en su desarrollo posterior, me estoy
refiriendo como ya habrá supuesto, a los alumnos, a los padres y a los
profesores. Y por qué se les deja fuera, ¿tal vez no es importante lo que
tienen que decir?, o tal vez, ¿lo que tienen que decir no quiere ser escuchado?
Tal vez sea importante ser reflexionado. Se sorprendería gratamente de la
madurez de los alumnos cuando son preguntados, se sorprendería de saber de su
propia voz que ningún padre quiere el fracaso de sus hijos y quizá se
sorprendería de saber los magníficos profesionales de la educación que tiene y
lo mucho que tenemos que decir. Pero, como siempre, seguimos quedando fuera.
Es una lástima, porque aunque
deseo equivocarme con todas mis fuerzas, esta ley no tendrá éxito, como tampoco
la tuvieron las anteriores. Ojala esta nueva andadura no haya buscado
simplemente ponerse una medalla de lo que el ministro de educación de
turno fue capaz de hacer y diseñar,
ojala.
Por Carmen Ballesteros Doncel
Profesora de Educación Secundaria
Enhorabuena por el contenido de la reflexión, por lo acertado del argumentario y por el interés de las consideraciones; y todo ellos desde la experiencia de una excelente profesional.
ResponderEliminarDeberíamos ser muchos más los que 'difundamos' en las redes este tipo de comentarios con informaciones fundamentadas. Gracias
Genial, Carmen. Sencillo, claro y muy, muy acertado. Enhorabuena. Me ha gustado mucho. Me ha gustado especialmente el párrafo "Si los alumnos no estudian “más caña al mono”, más esfuerzo, más ratios en las aulas... Buenísimo
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