Es cierto que la muerte pone de acuerdo a mucha gente, pero cuando el elogio roza la unanimidad es que hemos perdido a alguien especialmente valioso. En ese caso, lo que corresponde es mantener viva la llama de su recuerdo y de su ejemplo para que sirva de inspiración a otra gente que sigue trabajando por una sociedad mejor, más justa y más humana.
ZEROLO
Después de dos semanas, puede que ya se haya dicho todo de Pedro Zerolo. Se han escrito muchas cosas a raíz de su muerte, tantas que resulta difícil ser original. Tal vez las palabras más certeras hayan sido las de Diego Generelo, Presidente de la Federación Estatal de Colectivos LGTB, en The Huffington Post: "...todo el mundo tiene una parte de Zerolo en su corazón, tal vez porque él nos expuso su vida para compartirla con todos. Siguiendo la máxima feminista, hizo de lo personal lo político, y sin ningún afán exhibicionista se desnudó permanentemente ante los medios de comunicación con el convencimiento sincero de que su presencia, sus palabras, su boda, su vida, eran una referencia que nos marcaba el camino del arco iris a los que veníamos detrás". Generelo destaca una de las cualidades naturales de Zerolo: su tremenda visibilidad. Este canario de Chueca, se proclamaba ciudadano del mundo, salía mucho y nunca pasaba desapercibido, recordando a todos con su presencia y con su forma clara y directa de decir las cosas, que existe una realidad que no funciona bien y que hay que solucionar, que no es menos verdad ni desparece porque la ocultemos o dejemos de hablar de ella.
Pedro siempre tuvo algo de icono. Con pelo o sin él, su imagen irradiaba magnetismo, un carisma especial que nacía de la seguridad que le daban sus convicciones, su firme creencia de que todos somos iguales, una idea que está en la base de ese compromiso que se manifestaba en todo lo que hacía, desde el ejercicio profesional de la abogacía al activismo social colaborando con sindicatos o grupos cristianos de base, en el Colectivo Gay de Madrid (COGAM) o en la FELGTB, en el Ayuntamiento de Madrid o en la Secretaría Federal de Movimientos Sociales y relaciones con las ONGs del PSOE. Pedro fue todo entrega, puro compromiso, y eso merece el mayor respeto.
Uno de sus logros más espectaculares y conocidos, tuvo que ver con la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo (2005). En términos objetivos, fue un hecho histórico. En estos días, el expresidente Rodríguez Zapatero le reconocía el mérito y El País publicaba que Zerolo “fue uno de los encargados de cribar todo el sistema legislativo español para cambiar las menciones a marido y mujer por la de cónyuges, un cambio semántico de tanto calado como el de modificar las referencias a padre y madre por la de progenitores, porque la ley española también equiparaba a las parejas del mismo sexo con las heterosexuales a la hora de adoptar.” Esta norma supuso todo un terremoto social del que ya nadie prácticamente se acuerda, es curiosa la intensidad que aplicamos en las peleas, pero también en los olvidos. Con la perspectiva del tiempo resulta sorprendente que la cuestión llegara a convertirse en una pura guerra semántica a vueltas con la palabra “matrimonio”, como si lo decisivo y fundamental fuera la carcasa y no el amor que dos personas se reconocen en ese acto. ¿De verdad puede llegarse a pensar y, mucho peor, decirse, que no puede haber amor entre dos personas del mismo sexo?
Decía Cristina Cifuentes en Twitter que Pedro Zerolo fue un adversario, pero no un enemigo. En términos parecidos se pronunciaba Ana Botella al Salir del velatorio. En un artículo que publicó en El Confidencial, Juan Soto bramaba contra esta calificación de adversario. En mi modesta opinión, Soto se equivoca, creo que no es un insulto, sino todo lo contrario, es una muestra de respeto y consideración. Aunque el diccionario de la RAE iguale sus significados, enemigo y adversario no son exactamente la misma cosa, es una cuestión de matiz: con el primero no hay perspectiva de reconciliación, pero con el segundo la rivalidad se limita a un momento concreto o una situación determinada. Por eso, a diferencia de lo que ocurre con el enemigo, no hay nada personal contra el adversario, lo que nos separa de él es simplemente la cuestión que discutimos, la pelota que disputamos. Nos falta deportividad y nos sobra competitividad mal entendida, esa en la que queremos ser ganadores a toda costa y en la que cualquier argumento vale, incluso la agresión, verbal o física, simplemente porque es la vía más rápida al podio.
Aún a riesgo de equivocarme porque no le conocí y sólo puedo juzgarle por lo que me transmiten los medios, Pedro Zerolo fue un hombre para los demás, una frase que no pasará desapercibida para muchos que nos leen. Como yo lo entiendo, un hombre para los demás es, fundamentalmente, una persona comprometida y me da a mí que en eso no me equivoco, que Pedro Zerolo lo era y mucho. Gracias Pedro y hasta siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario