El pasado domingo se celebró el Día Internacional de la Mujer. Rondando estas fechas, vuelve cada año la imagen en blanco y negro de esa mujer detenida por la policía, Emmeline Pankhurst, fundadora de la WSPU (Unión Social y Política Femenina), que impulsó el movimiento sufragista en la Inglaterra de los años 20. Sin embargo, no estamos ante una efeméride, un hecho del pasado que recordamos, sino ante un problema actual, presente en todos los ámbitos de la vida. En 2012 Malala Yousafzai fue tiroteada por defender el derecho de las niñas a la educación en Pakistán y hoy mismo, las mujeres siguen siendo “rara avis” en el mundo de las grandes empresas españolas: sólo el 17% de los puestos en los consejos de administración de las empresas del IBEX35 están ocupados por mujeres, de los cuales únicamente el 3% son consejeras ejecutivas. Son solo dos ejemplos que nos demuestran que el objetivo de la plena igualdad aún queda lejos.
POSO CULTURAL
Jaron Rowan publicaba este fin de semana en el eldiario.es un artículo (Por qué persiste el machismo en la izquierda) a propósito de la contradicción de la izquierda política, que proclama la igualdad de géneros pero no siempre la practica (incluye foto de Alexis Tsipras de Syriza, que en su primer gobierno no ha incluido una sola mujer). A modo de explicación, el autor rescata el concepto de la “hegemonía cultural”, definido por Gramsci a principios del siglo pasado: “… son esas ideas preconcebidas que nos acompañan y que nos permiten ver nuestro entorno cultural como algo normal. Son asunciones a las que no le damos mucha importancia pero que repetimos en momentos determinados… La hegemonía son todas aquellas formas de discriminación que repetimos y afianzamos en microgestos, comentarios y actitudes y que, cuando alguien las señala, te obliga a responder: es que aquí siempre lo hemos hecho así” (tal vez nuestros lectores más fieles recordarán nuestro post “El maltratador normal”, en el que hacíamos referencia a este poso cultural para describir nuestra actitud ante la violencia de género).
Copyright: Anses |
Rowan cita los trabajos de la escuela de Estudios Culturales de Birmingham, que definen la hegemonía como el subconsciente de la ideología, es decir aquellas ideas, actitudes u opiniones que uno lleva dentro y que afloran cuando menos se las espera. La hegemonía cultural es lo invisible, son todos aquellos anhelos, miedos, ideas, creencias, etc. que hemos ido acumulando y que operan dentro de nosotros muy a nuestro pesar.
Si aceptamos la teoría de la hegemonía cultural, la solución pasa por sustituir la actual por otra en la que exista plena igualdad entre géneros. En este camino debemos evitar la ideologización del debate, que ha llevado a considerar de izquierdas la defensa de la igualdad y de derechas lo contrario. Estamos ante un problema al margen de nuestras simpatías políticas, debemos ser prácticos y centrarnos en el hecho de que todos estamos de acuerdo en que hay una realidad injusta y que debemos solucionarla. La ideología o el cálculo político no pueden convertirse en barreras adicionales.
DE LAS PALABRAS (LOS DISCURSOS) A LOS HECHOS
El camino más directo y más corto para cambiar las cosas es legislar. Hay que asumir como un hecho indiscutible que no hay neutralidad en la manera de actuar de la sociedad. Existen multitud de propuestas sobre las que llevamos años discutiendo sin llegar a concretarlas en medidas, lo que hace dudar sobre si existe verdadera intención política (una de las primeras medidas de la nueva Comisión Europea ha sido paralizar "sine die" la directiva que ampliaba los permisos de maternidad y paternidad por ser "demasiado caros").
Emmeline Pankhurst |
También es muy importante visibilizar perfiles femeninos que puedan convertirse en referente y que defiendan los intereses de las mujeres, que sufren desigualdad por el simple hecho de serlo. Por eso, no basta con legislar, hay que explicarlo y mostrarlo (el cambio de hegemonía es, sobre todo, un proceso de sensibilización). Como ejemplo, la Facultad de Informática de A Coruña, con escasa presencia femenina entre sus alumnos, ha organizado unas jornadas dedicadas a mostrar el trabajo de las mujeres en puestos directivos de importantes empresas tecnológicas. La idea de sus organizadores es derribar la "imagen generalizada" de que "las mujeres están menos capacitadas para carreras técnicas". Otra Facultad, la de Ingeniería de la Universidad de Deusto señala entre sus objetivos fomentar la igualdad de mujeres y hombres y aumentar la presencia de las mujeres en las vocaciones tecnológicas, así como su reconocimiento profesional y lo hace, entre otros medios, con el Premio Ada Byron a la Mujer Tecnóloga, con el que se quiere destacar la labor de las profesionales del sector de la tecnología que, calladamente y de modo creciente, están aportando importantes avances en numerosos ámbitos. La semana pasada conocíamos que este premio se había concedido en 2015 a Asunción Gómez, con la que nos une paisanaje y paso por el colegio San José de Villafranca de los Barros (Badajoz).
TODOS PODEMOS HACER ALGO
La Organización de Naciones Unidas (ONU) recuerda que la fecha del 8 de marzo se refiere a mujeres corrientes como artífices de la historia y hunde sus raíces en la lucha de la mujer por participar en la sociedad en pie de igualdad con el hombre. De este mensaje se deduce que estamos ante una situación extendida, afecta a la mayoría de las mujeres (las corrientes) que no resulta sencilla de erradicar, se resiste a desaparecer y ello hace necesaria la lucha, combatir, ser proactivo.
No es un problema de capacidad, nadie en su sano juicio puede sostener hoy que el género determine las capacidades de una persona. Estamos ante un problema cultural y de estructuras, que tiene solución, pero debemos asumir una
cuota de responsabilidad, todos tenemos algo que decir con nuestro propio ejemplo.
cuota de responsabilidad, todos tenemos algo que decir con nuestro propio ejemplo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario