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Volvemos con uno de esos artículos de opinión que identificamos con el sello de "artículo 20". Podremos estar más o menos de acuerdo, pero si lo expresas con respeto, aquí tienes sitio para expresarte. Esta semana Francisco J. Audije aborda el tema de los nacionalismos desde su perspectiva de cristiano, dos formas de entender la vida que considera contrapuestas.
IGLESIA Y NACIONALISMO
Por Francisco J. Audije
Mirando la historia vemos que en los conflictos secesionistas e independentistas la postura de la Iglesia ha sido normalmente la de ponerse de parte del ente al que pertenecía, pero no solo prestando un apoyo moral, sino incluso de una manera tan activa como la de tomar las armas. ¿No es este hecho una contradicción con el mensaje de amor universal que nos dejó Cristo?.
Evidentemente el Dios cristiano es un espejo donde se ve el futuro de la humanidad, pues caminamos con el objetivo de llegar a Él. Esa es nuestra meta y aunque hemos avanzado en muchos aspectos, en otros, como la superación de las fronteras y la convivencia fraternal, andamos tan atrasados que nos sigue pareciendo una gran utopía que nos amemos todos por encima de razas, culturas y fronteras nacionalistas.
En mi opinión lo que nos pide Cristo es que nos desatemos de las ataduras de los instintos, que son el exponente del conocimiento animal, y que lo hagamos con esa otra parte racional y espiritual que nos ha dado solo a nosotros para que, comprendiéndole, lleguemos a ser a imagen y semejanza suya.
El sentimiento nacionalista y patriotero es completamente instintivo y por tanto de carácter animal y materialista. El rechazo hacia otras razas y culturas es comprensible teniendo en cuenta que se debe a una necesidad instintiva de supervivencia y hegemonía sobre las demás, mientras que Cristo aboga por una convivencia, pero ¿Qué quiere decir convivencia?: no imposición, no ganador y perdedor, no desprecio, no discriminación, no enfrentamiento; sí respeto, sí tolerancia, sí propuestas, sí solidaridad, sí comprensión.
Es justificado moralmente que ante una agresión violenta, como sería la ocupación de un país por otro a la fuerza, se recurra a la legítima defensa y se responda con una resistencia violenta, pero es del todo descabellado, por lo animal y contrario al cristianismo, que se pretenda violentamente una secesión alegando cuestiones racistas y culturales, además después de tantos siglos de convivencia; pero sobre todo es mas grave que la propia Iglesia participe de esas reivindicaciones violentas, aunque solo lo haga en forma de manifiestos, porque es la Iglesia, esté donde esté, la tesorera del amor de Dios, que quiere que nos llamemos hermanos los unos a los otros y padre a ÉL y vivamos como una familia bien avenida, la familia cristiana.
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