martes, 23 de septiembre de 2014

¿QUÉ PLANETA QUEREMOS?



El cambio climático es la mayor amenaza medioambiental a la que se enfrenta la humanidad. Las emisiones constantes y desproporcionadas de gases por parte de los países industrializados, entre otros abusos de los recursos naturales, están provocando graves modificaciones en el clima a nivel global. Sus consecuencias afectan sobre todo a los países en vías de desarrollo y se traducen en inundaciones, sequía, huracanes y todo tipo de desastres naturales que dejan a la población desvalida y sin medios para subsistir.
 
Hoy martes 23 de septiembre está previsto que se celebre en Nueva York la Cumbre sobre el Clima en el marco de las Naciones Unidas, a la que están convocados los máximos dirigentes de los estados miembros de la organización y de las instituciones financieras, las empresas, la sociedad civil y las comunidades, tanto del sector público como del privado, a los que el Secretario General Ban Ki-Moon les ha pedido que acudan con anuncios y medidas audaces. Paralelamente, más de 250 organizaciones medioambientales han convocado cientos de eventos en diversas ciudades de todo el mundo para presionar a los dirigentes mundiales para que adopten medidas urgentes para luchar contra el cambio climático.

 
AMENAZADOS
 
El cambio climático es la alteración de todos los parámetros climáticos: temperaturas, precipitaciones, fenómenos climatológicos, etc. Normalmente este tipo de cambios se producen a lo largo de varios siglos, permitiendo a las especies animales y vegetales adaptarse gradualmente a las nuevas condiciones climatológicas. Durante los últimos 2.000 años el clima ha sido relativamente estable con un ligero enfriamiento de la tierra durante el periodo comprendido entre 1500 y 1850. Sin embargo, la Era Industrial ha supuesto a lo largo de los últimos doscientos años, un grave impacto cultural, económico y climático. Junto con la paulatina industrialización, se ha impuesto una cultura consumista, que genera cada vez más productos desechables y que prioriza el consumo barato frente al consumo responsable. Todo ello genera una emisión de gases que se concentran en la atmósfera agravando el efecto invernadero, contribuyendo a la subida de las temperaturas y al calentamiento global de la tierra.
Normalmente cuando la radiación solar (luz y calor del sol) llega a la superficie de la Tierra, una parte se refleja, pasa de nuevo por la atmósfera y sale al espacio. Los gases de efecto invernadero permiten que esta radiación entre a la atmósfera pero ya no dejan que salga, es decir, atrapan el calor dentro de la atmósfera. En una situación normal, la cantidad de energía solar que entra y la que sale deben ser más o menos iguales, manteniendo así la temperatura del planeta estable. Pero desde la revolución industrial, los niveles de varios gases invernadero han subido un 25 por ciento. Algunos de los gases de efecto invernadero ocurren en la naturaleza (vapor del agua, dióxido de carbono, metano y óxido nitroso) y otros son producidos exclusivamente por el hombre (los aerosoles, por ejemplo). Los procesos naturales absorben un parte de los gases de efecto invernadero, pero las actividades industriales resultan una sobrecarga para los mecanismos naturales.

EL CAMBIO CLIMÁTICO NO ES UN PROBLEMA LEJANO
 
El cambio climático es ya una realidad que tiene consecuencias evidentes en la vida de las personas. Según datos de Naciones Unidas, durante el pasado año 22 millones de personas en 119 países se vieron obligados a abandonar sus hogares a causa de desastres naturales, el triple que el número de desplazados por conflictos. La región más afectada fue Asia, donde 19 millones de personas, más del 87% del total de desplazados, debieron huir de sus zonas de residencia a causa de esos fenómenos.
WWF España alerta de que el problema es también el ritmo al que avanza el cambio climático, más rápido e intenso de lo previsto e identifica tres impactos:
Calentamiento global: en general, la Tierra se calentará progresivamente. Algunas regiones verán como aumentan las temperaturas mientras que otras permanecerán inalteradas. El aumento de las temperaturas provocará un mayor nivel de evaporación y precipitación en general. A nivel regional, algunas zonas se volverán más húmedas mientras que otras serán más secas.
Aumento del nivel del mar: por un lado, en los últimos 50 años ha ido aumentando la temperatura de los océanos provocando su expansión, por lo que ocupa más espacio y aumentan su nivel. Por otra parte, el calentamiento global está produciendo el derretimiento de glaciares y placas de hielo, lo que vierte aun más agua sobre los océanos. Las regiones más afectadas serán el Ártico, el África subsahariana, los deltas asiáticos o los pequeños archipiélagos de escasa altura, como el archipiélago de Tuvalu, cuyos habitantes ya han pedido refugio a Nueva Zelanda en el caso de que el mar inunde su país. También la Cuenca Mediterránea se está viendo gravemente afectada con pérdida de cosechas, tanto por el incremento de sequías y olas de calor, como por inundaciones causadas al concentrarse las precipitaciones en muy cortos periodos de tiempo.
Aumento de fenómenos climáticos extremos: el calentamiento global está aumentando la frecuencia y la intensidad de ciertos fenómenos climáticos extremos. Por ejemplo, el aumento de las temperaturas está generando fuertes lluvias y tormentas. A su vez, los intervalos entre las épocas de lluvia se prolongan durante más tiempo de lo habitual. Esto, sumado al aumento de la evaporación debido al aumento de las temperaturas, intensifica la sequía. Por otra parte, las zonas húmedas se han vuelto más húmedas, y las zonas secas se han vuelto más secas. Las olas de calor se han vuelto más intensas y frecuentes, mientras que los días muy fríos son menos frecuentes.
 
HAY QUE ACTUAR YA
 
Hemos tenido políticos irresponsables que han despreciado el problema, considerando apocalípticas y falsas predicciones como las anteriores –tal vez pensaron que ellos no llegarían a verlo y les bastó- o que el hombre lleva luchando y adaptándose a los cambios del clima desde que el mundo es mundo. Sin embargo, las alarmas se han disparado y debemos hacerles caso. Ya hemos destacado que el ritmo actual de cambio es más intenso de lo previsto, el mayor en los últimos 10.000 años y nos acercamos a un punto de no retorno, como señala Ecologistas en Acción.
También Naciones Unidas insiste en la urgencia de dar una respuesta global (no estamos ante un problema local), especialmente para los países en desarrollo, cuyas economías dependen muchísimo de sectores vulnerables al clima, como la agricultura, y que tienen menos capacidad para adaptarse que los países industrializados. En estos países, los efectos del cambio climático plantean una amenaza directa para la supervivencia misma de las personas.
Las demoras en la aplicación de las medidas de adaptación propiciarán un aumento de los gastos (se calcula que cada dólar invertido hoy en medidas preventivas permite ahorrar otros siete en costes futuros de socorro) y más peligros para más personas en el futuro. Fenómenos importantes, como las sequías, la insuficiencia de monzones o la pérdida del agua derretida de los glaciares, podrían desencadenar movimientos de población en gran escala y conflictos de envergadura debido a la competencia por los recursos cada vez más escasos como el agua, el alimento y la energía.
 
ACCIONES CONCRETAS, OPORTUNAS Y EFICACES
 
WWF propone dos líneas de actuación para cambiar las cosas: por un lado, sustituir el modelo energético actual basado en los principios de explotación de los recursos para extraer el máximo beneficio en el menor tiempo posible, sin considerar el impacto que esto genera en los ecosistemas y las poblaciones. En su lugar, debemos apostar por un sistema basado en la eficiencia y en la equidad, con una apuesta decidida por las energías renovables; y por otro, es prioritario reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para evitar que la temperatura global supere los 2ºC (la línea roja). Para ello es imprescindible reducir las emisiones procedentes de la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural) que liberan CO2, principal gas de efecto invernadero y responsable del calentamiento del planeta. Esto se consigue de dos maneras: utilizando mejor la energía (eficiencia energética) y produciéndola de forma más limpia con energías renovables que no liberan CO2 a la atmósfera.
Por su parte, Naciones Unidas trabaja en 8 ámbitos de actuación:
Agricultura: los cambios del clima afectan directamente a la seguridad alimentaria y al suministro de fuentes de alimento nutritivas, abundantes y seguras a precios razonables para los 7.000 millones de personas del planeta y para cubrir sus necesidades, cada vez mayores.
Ciudades: son responsables de aproximadamente un 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo y, por tanto, pueden desempeñar un papel esencial a la hora de reducirlas.
Energía: en torno al 80% de la energía mundial se suministra a través de la combustión de combustibles fósiles, que liberan dióxido de carbono y otros contaminantes a la atmósfera. Al mismo tiempo, la demanda energética aumenta paralelamente a la expansión de la riqueza mundial, a una población mundial en aumento y a los esfuerzos por proporcionar electricidad a los 1.300 millones de personas que actualmente viven sin ella.
Financiación: el cambio de modelos de la economía mundial a una vía de desarrollo con bajas emisiones de carbono y que favorezca la resiliencia al cambio climático exige una importante inversión, por eso es esencial que gobiernos y entidades financieras se comprometan en esta lucha.
Bosques: Los bosques y los servicios que prestan a la sociedad son básicos para el desarrollo sostenible y el bienestar de la humanidad. Si bien ha habido resultados positivos en la reducción o el freno a la deforestación, siguen perdiéndose aproximadamente 13 millones de hectáreas de bosque al año, lo que supone hasta un 20% de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero en todo el mundo. Al mismo tiempo deben repoblarse aproximadamente 2.000 millones de hectáreas de bosques degradados y otras tierras en todo el planeta.
Contaminantes: reducir la producción y la emisión de los contaminantes climáticos de corta vida resulta esencial para controlar el aumento de la temperatura a nivel mundial, aparte que son perjudiciales para la salud humana, la agricultura y los ecosistemas.
Resiliencia: el cambio climático está aumentando la incidencia, la frecuencia y la magnitud de los desastres naturales y está exacerbando la vulnerabilidad de muchos países y comunidades de todo el mundo. Por ello resulta esencial mejorar la capacidad para adaptarse y ser resistente a un clima cambiante.
Transportes: se espera que el uso de la energía y las emisiones de gases de efecto invernadero aumenten casi un 50% para 2030 y más de un 80% para 2050, en comparación con el final del año 2009, como consecuencia simplemente del aumento del parque mundial de vehículos. Ya en 2009, el transporte supuso aproximadamente la cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a la energía en todo el mundo y fue responsable de casi un quinto del uso de la energía.
 
ESPAÑA: ES NECESARIO RECTIFICAR
 
España está entre los países más incumplidores del Protocolo de Kioto (acuerdo internacional para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero), lo que nos ha llevado a gastar 800 millones de euros en la compra de derechos de emisión, una práctica legal pero poco edificante, en definitiva se compra poder seguir contaminando a costa de los que menos lo hacen, bien porque han hecho sus deberes, bien porque su desarrollo industrial se encuentra a años luz. Por si eso fuera poco, la última reforma del sector eléctrico frena las energías renovables, penaliza el autoconsumo energético, y fomenta energías sucias, como la extracción de petróleo y el fracking (un sistema altamente contaminante que permite extraer gas o petróleo fracturando el subsuelo).
Greenpeace ya ha demostrado que España tiene suficientes recursos renovables como para cubrir todas sus necesidades energéticas (informe Renovables 2050), que es técnica y económicamente viable transformar el sistema eléctrico para usar exclusivamente energías limpias (informe Renovables 100%), y que además es posible hacerlo en todos los sectores para 2050 (informe Energía 3.0).
España debe cambiar su estrategia energética: no aprobar prospecciones en nuevos pozos de petróleo, ni la práctica del fracking, ni la ampliación de vida de centrales térmicas de carbón o nucleares, que promueven un modelo basado en las energías sucias. Debe volver a apoyar decididamente las energías renovables, aportando un marco legislativo estable que vuelva a atraer a los inversores. Así el país podrá completar la revolución renovable que llegó a liderar y quedó bloqueada con la actual reforma energética.  

TODOS SOMOS RESPONSABLES
 
Si has llegado hasta el final, creo que habrás sacado una conclusión clara: la situación es grave pero reversible, así que es solo cuestión de voluntad, fundamentalmente de quienes nos dirigen, adoptar las soluciones que proponen los expertos. Pero ya sabéis que no nos gusta dejar en manos de otros toda la responsabilidad de cambiar las cosas que no funcionan correctamente y esta no es una excepción, cada uno de nosotros puede contribuir en su entorno más cercano al objetivo de preservación del planeta.
 
En un post anterior (Objetivo 20-20-20) ya os dimos algunas pautas, que ahora nos completan desde Inspiraction.org:
Ahorra energía en casa, es de suma importancia: aísla bien tu hogar en invierno y en verano.
Reduce el consumo de tu calefacción durante el invierno, ahorrarás emisiones de carbono y gastarás menos en la factura de gas.
Compra productos que ahorran energía.
Invierte en un coche híbrido o de bajo consumo.
Recupera tu bicicleta del garaje para ir a trabajar
Coge menos vuelos, si puedes evitarlo
Desperdicia menos comida y aprovéchala al máximo.
¡Recicla! Es la clave pare reducir basuras y las energías necesarias para tratarlas
Reutiliza y repara objetos viejos que aún te puedan servir.
Compra de forma responsable.
 

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