Esperaba escribir unas líneas acerca
de por qué celebramos el día de la mujer. Pensaba contarte cómo surge la voz
alzada y firme de las primeras mujeres que reivindicaron su papel en la
sociedad. De cómo luchaban por votar o cómo escribían renunciando a pseudónimos
masculinos para gritar a los cuatro vientos que llevaban años imaginando nuevos
mundos lejos de los fogones. También de las que inventaban ingeniosas coplillas
para animar a la tropa o las que, incluso, no dudaban en meterse en las
trincheras para defender un ideal. Pensaba contarte tantas cosas… Pero varias
llamadas telefónicas de distintas mujeres me han hecho borrar todo lo que hasta
ahora tenía escrito.
LA VOZ A TI DEBIDA
Patricia Arriaga
Periodista
Ayer
y hoy
Una de las llamadas era de una
maestra que me pedía auxilio emocional. Dudaba entre el amor mágico, intenso y prohibido (ese que te lleva a
cometer las inimaginables locuras, pero que logra hacerte vibrar cada hebra del
cuerpo), o el amor sereno y estable, ese que siempre está ahí y que entra de
los esquemas convencionales. ¿Cuál es el correcto?
Poco tiempo después otra llamada me
llevaba a otro rol completamente
distinto. Una líder empresarial había tenido un mal día: el contexto económico
no se lo pone fácil a nadie y, parece ser, que a una mujer, aún menos. ¿Cómo
puede ser emprendedora y madre en época de crisis? ¿Cómo
conciliar vida laboral y profesional en tiempos de crisis? La destrucción del Estado de
bienestar ha frenado los avances que las administraciones y las empresas
emprendieron para romper el desequilibrio en el reparto de las tareas de
cuidado y alcanzar la corresponsabilidad. Es decir, más vulnerabilidad.
Hora y cuarto después, mi madre. En
menos de diez minutos ha coordinado el viaje de sus tres hijos (¡cada uno
estamos en una punta del país!), mientras hacía una merluza a la vasca,
regañaba a mi padre por hacer excursiones furtivas a la nevera y me contaba sus
últimas escaramuzas con los políticos en defensa de la educación pública. Y a
todo esto mi mente pensaba en otra mujer que hoy debía de hacerse una prueba de
mama.
En
todos los rincones
Estos días todos los medios hablan
de heroínas con nombres y apellidos. Sin embargo, no hay que irse demasiado
lejos en el espacio-tiempo para ver heroínas anónimas. Están en todos los
rincones, tan solo tienes que mirar. Obsérvalas. Algunas vienen de lugares muy
lejanos. Otras tienen la frente marchita, pero las comisuras te indican la cantidad de veces que han sonreído.
Hoy he recordado a una mujer que
hace 50 años, cansada de palizas brutales por parte del que juró amarla y
respetarla, abandonó su pequeño pueblo agrícola con sus tres hijos. Se montó en
un viejo y destartalado tren entre lágrimas, sin ningún tipo de apoyo familiar
ni legal rumbo a Madrid. Allí, en un Vallecas efervescente, se construyó una chabola
de noche, maldiciendo al amor y a la sociedad en la que vivía, para cobijarse
con la ayuda de otros paisanos. Esa noche, casi a la intemperie en un frío
invierno madrileño, fue la primera noche que pudo dormir tranquila.
También he recordado como otra mujer
se empeñó en estudiar medicina, aún cuando sus padres y el Estado no se lo
permitían, sencillamente porque era mujer. Nadie sabrá nunca los esfuerzos que
tuvo que hacer para lograr estudiar. Hoy dirige uno de los hospitales más
importantes de España. También recuerdo cómo me contaba que en los 80 gritaba en Barcelona: “¡si las monjas
abortaran, el aborto sería un sacramento!”. Curioso. Han pasado muchos años y
tendrá que volver a la ciudad Condal con el mismo objetivo. Todas esas mujeres
viven. Tienen nombres y apellidos. Y siguen luchando, día a día.
¿Qué por qué celebramos el día de la
mujer? Por ellas. Por todas las mujeres que, día a día, desde su pequeña
trinchera de esta complicada realidad poliédrica, luchan con la pasión del más
fiero ejército y, a la vez, son capaces de derrochar la más sublime ternura.
No solo hay un día de la mujer,
puesto que la lucha es también los 364 días restantes. Pero, si la
conmemoración de este día nos hace dedicar unos minutos de nuestras azarosas vidas en las redes
sociales para reflexionar, para enorgullecernos de los logros adquiridos y
coger fuerzas para seguir combatiendo, bienvenido sea.
Nos queda tanto por hacer. Tanto con
lo que comprometernos…
Sin embargo, antes de seguir esa lucha, sencillamente, GRACIAS a todas
esas heroínas anónimas; esas que nos brindan su amor valiente y sincero todos
los días.
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