Año nueva, vida nueva. Con la entrada del nuevo año vuelven los buenos propósitos, los planes de cambiar algunas cosas y por eso hemos pensado que no estaría mal recuperar el post que publicamos a propósito de la declaración que emitieron las universidades jesuitas sobre la regeneración democrática de la vida pública en España. En este artículo, el autor llama la atención sobre la necesidad de regenerar también el sector privado, muy en la línea de quienes creen que la actual situación es, sobre todo, una crisis de valores.
RESPECTO A LA DECLARACIÓN DE UNIJES
"LA REGENERACIÓN DEMOCRÁTICA DE LA VIDA PÚBLICA EN ESPAÑA"
Por Pedro González Manchón (P. 1987)
He
leído la declaración de UNIJES (que agrupa a las Universidades Jesuitas
españolas) sobre la regeneración democrática de la vida pública en España, con
atención y al principio con mucho entusiasmo, pero al final me ha dejado un
sabor chino, digo, agridulce.
La
declaración comienza con ocho puntos de carácter general, pero que realmente me
han llegado a emocionar. Será por mi formación como antiguo alumno de Colegio
Jesuita, quizás. Pero amigo, a partir de
la mitad del punto nueve, ¡cómo empieza a cambiar el cuento! La declaración se
centra entonces en cuestiones particulares, y empieza a recoger una serie de
puntos propios del neoliberalismo económico que nos invade, y que, con perdón,
no sabía yo que tuviese tanta fuerza entre las Universidades Jesuitas. Resulta
sorprende que, fruto del humanismo cristiano, se llegue a un análisis económico
y social con una única cara, ¡y en
nombre de Dios!; bueno, en una de sus versiones modernas, en nombre del
humanismo cristiano. Yo creía que aspectos mundanos y dinerarios como los
abordados en varios puntos son cuestiones técnicas, que los técnicos deberían
resolver. Por supuesto que podemos tener una opinión en uno u otro sentido,
pero ¿tan unánime? ¿Es eso fruto del humanismo cristiano? La verdad es que se
sonríe uno al imaginar una opinión así salida de la Universidad Pública, esa
uniformidad de pensamiento. El documento
se convierte, en muchos de sus puntos, en una declaración en torno a una cuestión
bien mundana, en algo así como una discusión de “cómo tratar mi dinero”. De
acuerdo en que la declaración habla de más cosas, pero es que habla mucho del
dinero. Aunque sea una palabra que no aparezca en todo el documento. Pero empecemos
por el principio…
Como
ya he dicho, aunque en términos generales la declaración es muy positiva
(especialmente los primeros ocho puntos), cuando comienza a acercarse a
aspectos concretos, me he acordado de “Animal Farm” y la frase de que “todos
somos iguales, pero algunos más que otros”. Resulta llamativo, por ejemplo, el
número de veces que aparece directa o indirectamente el control sobre el gasto
público y en especial sobre la labor del “servidor público” (los puntos 16 y 17
enteramente dedicados a ello), mientras que palabras como banca, inmobiliarias
y constructoras o sueldos en la empresa privada ni siquiera se mencionan -según un reciente informe de EBA, la autoridad bancaria europea, 125 banqueros españoles ganan más de un millón de euros-. Bueno, quizás estos conceptos estén englobados en lo que se conoce por personal
emprendedor, muy alabado por cierto en el documento (cito textualmente, “con
empresas, empresarios y emprendedores como activo social clave”), y cuya
definición –la de emprendedor- creo que
muchos confunden, como ocurre en el siguiente diálogo de La Princesa Prometida:
Vizzini:
- No ha caído: ¡inconcebible!
Fezzik: - Siempre usas esa
palabra, y no creo que signifique lo que tú crees.
Como
decía, lo que yo sí creo es que, cuando el documento deja de ser global y se
centra en aspectos más concretos o mundanos (y esto empieza en el punto 9),
parece olvidar una de las caras de la moneda. Como un segundo ejemplo de esto,
y siguiendo en lo particular, si cuestionamos los mecanismos de la contratación
pública (de nuevo me remito a los puntos 16 y 17), ¿por qué no empezar dando
ejemplo con el sector privado, Universidades incluidas? ¿Acaso son medianamente
comparables los mecanismos para la selección de los empleados en uno y otro
sitio? Desde luego que puede argumentarse que, a fin de cuentas, un organismo
privado no está financiado con el dinero de todos; ajá, sin duda, pero entonces
ya estamos en el sitio de partida: ¡oiga, que son mis dineros! Bueno, ahora se
usa más eso de ¡oiga, que son mis impuestos!
En
la misma línea, otra crítica es para el punto 22 y la frase relativa al
compromiso de las Universidades Jesuitas “subordinando para ello otros
intereses, incluidas las expectativas de ganar más”. Con perdón, pero me
recuerda al chiste que acaba con un “puta, hija, se dice puta”. Pues eso,
“dinero, hijo, se dice dinero”. Como decía más arriba, una palabra que no
aparece en todo el documento, pero que es tan difícil de disfrazar.
Para
terminar con este tema, yo diría que el punto 18 se lleva la palma. Menudo
ejercicio semántico (por no decir demagógico) para atacar A diciéndonos que el
enemigo es B. Le ruego que, antes de seguir leyendo, realice el siguiente
ejercicio mental consistente en elegir una única respuesta para las siguientes
dos preguntas: 1-¿Cuál de los siguientes vocablos asocia usted con la “economía
sumergida”? A: Albañil, B: Político. 2-¿Cuál de los siguientes vocablos asocia
usted con los “escándalos de corrupción”? A: Albañil, B: Político. Si, como hice
yo, usted eligió albañil para la primera pregunta y político para la segunda,
compartirá conmigo la extrañeza ante el punto 18, que, textualmente, comienza
así: “Por sus repetidas y evidentes conexiones con gran parte de los escándalos
de corrupción política, la llamada “economía sumergida” debe salir a la luz”.
Lo dicho, qué malo es A, así que acabemos con B. Ciertamente la economía
sumergida es un problema, pero no hace falta hacer encajes de bolillos para
decirlo así. Y no es malo sólo por sus “consecuencias económicas” (que son en
las que ahonda el punto 18 –ya digo, el dinero), sino por razones éticas, de
civismo, de solidaridad (como sí que se mencionan en el punto 19). Porque, puestos a preocuparnos más por el aspecto dinerario
de la economía sumergida, deberíamos hablar de la “economía voladora”; sólo la
familia Botín tenía en el extranjero más de 2.000 millones de euros no
regularizados.
En
cierto sentido, y en otro orden de cosas sólo aparentemente distinto, esta
falta de coherencia en la declaración se da también cuando se habla de la
separación de poderes, en el punto 12. Creía que íbamos a empezar dando
ejemplo, defendiendo una sana y auténtica separación entre Iglesia y Estado.
Cachis, otra ocasión perdida. Y no vale salirse por la tangente diciendo que
hablamos de los tres típicos poderes que emanan del estado, y que la cuestión
Iglesia-Estado no venía al caso.
En
resumen, he releído el documento que me imagino consensuado y muy pensado por
muchos, y que con sinceridad intento valorar positivamente. Mis observaciones
sólo pretenden completar algunas cosas, que lo son según mi parecer y no me
representan más que a mí. Unas observaciones que se resumen en cierta sorpresa
por el sesgo económico, político y social del documento, basado en un supuesto
humanismo cristiano. Espero también que el tono irónico de algunas frases no
moleste a nadie, más bien levante alguna sonrisa. Claro, que esto depende de la
cara de la moneda, me imagino.
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