jueves, 23 de enero de 2014

POR FAVOR, PARA MÍ UNA CERVECITA…


Ahora que hemos pasado los días más cortos del año y advertimos el cada vez más cercano calorcito primaveral, comienzan los proyectos para esta próxima temporada estival. Entre ellos, probablemente muchos piensan en ponerse en forma. Pero también va apeteciendo cada vez más esa cervecita con los amigos, o  la del aperitivo antes de la comida en casa ¿Debería? ¿No debería? ¿Vamos a echar tripita con esa caña? ¿O eso es un mito? Más aún, ¿Se conocen sus efectos sobre la salud? Inmediatamente nos asaltan dudas sobre esta bebida, tremendamente consumida, cada vez más de moda… Quizás merezca la pena repasar algunos datos científicos sobre la cerveza.

POR FAVOR, PARA MÍ UNA CERVECITA…
Por Humberto Martín, 
Profesor en la Facultad de Farmacia. Univ. Complutense de Madrid
Larga vida a la cerveza

La cerveza es una bebida milenaria ya consumida por los sumerios pero asimismo utilizada y extendida por otras civilizaciones antiguas como la egipcia, griega o romana. Hace poco los medios de comunicación relataban el hallazgo por parte de arqueólogos japoneses de la tumba del maestro cervecero de la época ramésida (de los siglos XIII a XI a.C.) en Luxor, la antigua Tebas. Los estupendos dibujos y grabados que adornan muros y techos de la tumba, además de revelar un gran número de detalles de la vida cotidiana, muestran la importancia y realce social de la figura del cervecero en aquella civilización… No es de extrañar habida cuenta de la importancia de la cerveza ya en aquella época, no sólo por sus propiedades nutricionales, ya que junto con el pan era una de las bases de la alimentación, sino por las virtudes medicinales atribuidas. Herodoto relata el uso de la cerveza para los dolores estomacales o la picadura del escorpión, así como la aplicación de la espuma de la cerveza sobre la piel por las mujeres egipcias. Todo ello explicaba su utilización incluso en las ofrendas.

Si bien ya entonces se elaboraban numerosos tipos de cerveza, probablemente la de aquellos tiempos se pareciese más a una sopa o “salmorejo”, generalmente con una textura espesa muy distinta de la cerveza actual. Una vez que los galos y germanos mejoraron su elaboración, esta bebida evoluciona hasta llegar al producto que conocemos hoy, elaborado con agua, malta, lúpulo y levadura. En cualquier caso, conserva las características nutricionales ya empíricamente admiradas desde la antigüedad.

"La cerveza, consumida siempre con moderación, tiene capacidad hidratante debido  a su elevada proporción de agua"


Hoy sabemos que es fuente de vitaminas, fundamentalmente del grupo B, como los folatos, y de minerales, como el silicio, que promueve la densidad ósea, y de fósforo, calcio o magnesio, presentando, algo importante: un contenido muy bajo en sodio. A diferencia de lo que podemos pensar, el contenido calórico no es elevado: un cuarto de litro de cerveza suponen 110 Kcal, la tercera parte si es sin alcohol, equivalentes a 50g de pan o 12,5 mls de aceite. A este contenido calórico contribuye tanto el alcohol como los hidratos de carbono, incluyendo mono-, di-, tri-sacáridos y maltodextrinas naturales. 

No hay que temer por tanto por esa tripita. Varios estudios han mostrado asimismo que la cerveza, consumida con moderación y debido a su elevada proporción de agua (mayor del 90%), tiene capacidad hidratante. Algunos estudios muestran incluso su capacidad para hidratar satisfactoriamente después de la práctica del deporte. Por tanto, si bien la diuresis provocada desaconseja la ingestión de cantidades de alcohol elevadas en periodos de tiempo reducidos, una cervecita contribuye magníficamente al mantenimiento de un nivel de hidratación adecuado en individuos sanos. Dado que el color de la orina se oscurece según se incrementa la deshidratación de nuestro cuerpo, la observación de su color nos puede servir como guía de la necesidad de aporte hídrico. Puede ser el momento de esa cañita...

Refrescante, digestiva y buena para tu corazón

El efecto beneficioso más llamativo sobre la salud del consumo moderado de cerveza surgió de los estudios llevados a cabo tras la observación de la “paradoja francesa”. A principios de los 90 se observó cómo, a pesar de su elevada ingesta de grasas saturadas, los índices de mortalidad por enfermedad coronaria en los franceses eran realmente bajos, asociándose este efecto al consumo regular de vino en este país. Posteriormente diversos estudios han llegado a la conclusión de la asociación inversa no sólo del vino sino también del consumo moderado de otras bebidas fermentadas, como la cerveza, con la incidencia de enfermedad cardiovascular. Numerosos trabajos científicos apuntan a que este efecto es debido a la acción combinada de una cantidad moderada de alcohol y del elevado contenido en un gran número de compuestos polifenólicos que presentan estas bebidas fermentadas, que además de conferir sabores y aromas, las dotan de un efecto antioxidante. Sin pretender entrar en los mecanismos moleculares subyacentes a estos efectos, y a modo de ejemplo, podemos decir que este efecto antioxidante protege de la oxidación a las lipoproteínas HDL, que tienen un efecto clave en la prevención de la aterosclerosis y la agregación plaquetaria. 

Además, hay que tener en cuenta que la ateroesclerosis no se debe simplemente a una acumulación de lípidos en las paredes arteriales, sino que existe una reacción inflamatoria crónica de baja intensidad que contribuye a la formación de las placas de ateroma.  Por tanto, es una  combinación de efectos antioxidantes, antiinflamatorios y de modificación del perfil lipídico los responsables de los beneficios del vino y la cerveza sobre la salud cardiovascular. Algunos estudios sugieren que estos efectos no se limitan a la enfermedad cardiovascular, sino que se extienden también a la hipertensión o la diabetes. Es asimismo interesante reseñar que si bien el efecto beneficioso es más notable en el vino tinto que en el blanco, debido a su mayor proporción de polifenoles, las propiedades antioxidantes de la cerveza son independientes del tipo ésta, ya que estos componentes beneficiosos proceden fundamentalmente del lúpulo utilizado en su elaboración.

La clave, tomarla en su justa medida

Estos efectos positivos se han observado en casos de personas sanas con consumos moderados. ¿Qué es lo que podemos considerar un consumo moderado? La respuesta nos la proporciona lo que se conocen como curvas en jota (J), generadas por numerosos estudios epidemiológicos. Si nos imaginamos una gráfica en la que en ordenadas (eje vertical) se represente el riesgo de enfermedad coronaria  y en el eje de abscisas (horizontal) los gramos de etanol ingerido por día, estos estudios generan representaciones asimilables a formas en “J”, en la que el ápice inferior de la curva  y por tanto el mayor efecto protector coincidiría con consumos aproximadamente de 20 gramos de alcohol al día (dos cañas) para hombres y la mitad en las mujeres. Sobrepasando un cierto límite (el triple de esta cantidad) el efecto negativo predomina. Como en otros tantos asuntos de la vida, la moderación es importante.


Por tanto, los estudios modernos apoyan las nociones ya indicadas por Hipócrates, padre de la medicina, quien alabó la cerveza indicando que fortalece el corazón. No hay que olvidar tampoco que trabajos científicos han mostrado la estrecha relación entre el estrés y la salud, y cómo las actividades placenteras reducen por ejemplo las manifestaciones cardiacas y neuroendocrinas del estrés. Parece que por tanto la actitud ante la vida en un factor importante de salud. Recuerdo una charla del profesor Del Castillo, de la Universidad de Granada, citando estudios que mostraban por ejemplo cómo la intensidad de la sonrisa predice longevidad. También hemos leído hace poco estudio de los efectos antioxidantes del Pimentón de la Vera. Por tanto, señores y señoras, volvamos a la ciencia. Para mí una de una de pulpo con pimentón de la vera y una cervecita. ¿Alguien me acompaña? 

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