jueves, 30 de enero de 2014

DENIP


Las guerras nacen en la mente de los hombres,
y por tanto es en la mente de los hombres
donde debe construirse el baluarte de la paz.
CONSTITUCIÓN DE LA UNESCO

Como cada 30 de enero, fecha en que fue asesinado Mahatma Gandhi, líder nacional y espiritual de la India, hoy se celebra el Día Escolar de la No-violencia y la Paz (DENIP). Esta jornada que se celebra desde 1964 por iniciativa del profesor mallorquín Llorenç Vidal surgió como consecuencia del Plan de Escuelas Asociadas que la UNESCO puso en marcha en 1953 con el objetivo de fomentar la cooperación y la paz internacionales a través de la educación escolar.

DENIP
Por Ricardo Martínez Galán

En palabras de su fundador, el DENIP propugna una educación en valores como la tolerancia, la solidaridad, la concordia, el respeto a los derechos humanos, la no-violencia y la paz, a través de diferentes iniciativas didácticas en las que los centros de enseñanza se convierten en instrumentos de paz y entendimiento entre personas de distinta formación, raza, cultura y religión.


Se trata, en definitiva de contribuir, a través de la educación, a la implicación de todos en la construcción de un mundo mejor, un mundo más justo y más humano que permita que todos los individuos tengan la misma oportunidad de desarrollar plenamente sus facultades en el seno de una sociedad democrática, libre, justa, responsable y en paz.


Educación para el futuro, pero también para el presente

La grandilocuencia de las declaraciones puede hacernos creer que estamos ante otra ocurrencia progre más en la que se acumulan objetivos tan románticos, bellos e intachables como inútiles, pero la realidad supera el envoltorio y no admite discusión.

Ya hicimos referencia en un post anterior (El maltratador normal, publicado el 28 de noviembre del año pasado) a la necesidad de atajar ciertas actitudes violentas que han conseguido normalizarse entre nosotros. Sin duda alguna que la educación es un medio eficaz en esta tarea: una sociedad se construye desde la base, si los cimientos son adecuados, nuestro edificio podrá enfrentar mejor cualquier temblor de tierra.

Cuando hablamos de educación, enseguida asociamos nuestro pensamiento al futuro, pero desgraciadamente, la violencia o la falta de solidaridad son una realidad presente. El acoso escolar que, según los expertos, afecta a uno de cada cuatro escolares, es el ejemplo más visible de esta situación. No podemos olvidar que las escuelas, los colegios, son reflejo a pequeña escala de las sociedades en las que vivimos y eso incluye sus defectos. De manera que la educación no solo debe prepararles para la edad adulta, también para enfrentarse, aquí y ahora, a hechos y actitudes violentas o insolidarias.  


Educación 24 horas

Se trata, por tanto de una realidad nada teórica, una realidad sin vacaciones, presente las 24 horas de cada uno de los días del año, atenta a cualquier desfallecimiento en nuestro esfuerzo. Cuesta mucho dar un paso adelante y un segundo retroceder dos, así que la educación en la tolerancia, la solidaridad o la concordia exige una dedicación permanente y no puede limitarse a la hora semanal que cada plan de estudios reserva a la maría de turno.

Educar permanentemente afecta a nuestro comportamiento en cada situación que se nos presente, cada gesto que hagamos o cada paso que demos. Como señala el promotor de esta iniciativa, el procedimiento didáctico de esta actividad de educación debe ser, sobre todo, vivencial, que es la mejor forma de convertir estos valores en actitud y en hábito. 


La educación es tarea de todos

Es sencillo echarle la culpa al empedrado, al que diseña los planes de estudio o los contenidos de las asignaturas que consiguen el efecto opuesto: que nos comportemos como energúmenos para destruir la obra del otro al que enseguida calificamos de “contrario”. ¡Menudo ejercicio de tolerancia! Son excusas para no afrontar la realidad de que educar es tarea de todos. Es tan falsa la idea de que el niño debe venir educado de casa, como la de que es la escuela la que debe ocuparse de esa tarea.

Padres y docentes tenemos el mismo objetivo y, por tanto, estamos obligados a colaborar. Pero no solo ellos. También debe exigirse esta responsabilidad a quienes, por su posición social influyen de hecho en el comportamiento de nuestros jóvenes. Gente como los políticos o los deportistas deben ser conscientes de que hay mucha gente observándoles, dispuesta a imitar cada paso que dan o cada palabra que pronuncian, por lo que es indispensable que asuman un comportamiento ejemplar (sobre esta cuestión recomiendo leer dos artículos de Ángel Sanz publicados en  Expansión: ¡Corred insensatos! y Vettel & Co: Elmono con metralleta). 

Quería terminar este artículo de un modo positivo y precisamente he encontrado un ejemplo recientemente de lo que para mí es un ejercicio responsable de esta labor pedagógica a la que me refiero en el párrafo anterior. En su libro “Todo lo que era sólido”, el escritor Antonio Muñoz Molina hace la siguiente reflexión: “…para convivir tendremos que reconocer … no solo que el otro existe y tiene derecho pleno a su posición y no puede ser suprimido o borrado sino que además resulta que tenemos en común con él más cosas de las que nos gustaría aceptar”. Puede ser una buena forma de afrontar la tarea: centrémonos en los valores que compartimos, por poco que parezca, y ejerzamos la tolerancia, la solidaridad y la concordia con convicción, porque creemos que es bueno y no porque nos venga bien.


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