Las guerras nacen en la mente de los hombres,
y por tanto es en la mente de los hombres
donde debe construirse el baluarte de la paz.
CONSTITUCIÓN DE LA UNESCO
Como cada 30 de enero, fecha
en que fue asesinado Mahatma Gandhi,
líder nacional y espiritual de la India, hoy se celebra el Día Escolar
de la No-violencia y la Paz (DENIP). Esta jornada que se celebra desde 1964 por iniciativa del profesor
mallorquín Llorenç Vidal surgió como consecuencia del Plan de Escuelas
Asociadas que la UNESCO puso en marcha en 1953 con el objetivo de fomentar la
cooperación y la paz internacionales a través de la educación escolar.
DENIP
Por Ricardo Martínez Galán
En
palabras de su fundador, el DENIP propugna una educación en valores como la tolerancia,
la solidaridad, la concordia, el respeto a los derechos humanos, la
no-violencia y la paz, a través de diferentes iniciativas didácticas en las que
los centros de enseñanza se convierten en instrumentos de paz y entendimiento
entre personas de distinta formación, raza, cultura y religión.
Se trata, en
definitiva de contribuir, a través de la educación, a la implicación de todos
en la construcción de un mundo mejor, un mundo más justo y más humano que
permita que todos los individuos tengan la misma oportunidad de desarrollar
plenamente sus facultades en el seno de una sociedad democrática, libre, justa,
responsable y en paz.
Educación para el futuro, pero
también para el presente
La
grandilocuencia de las declaraciones puede hacernos creer que estamos ante otra
ocurrencia progre más en la que se
acumulan objetivos tan románticos, bellos e intachables como inútiles, pero la
realidad supera el envoltorio y no admite discusión.
Ya
hicimos referencia en un post anterior (El maltratador normal, publicado el 28
de noviembre del año pasado) a la necesidad de atajar ciertas actitudes violentas
que han conseguido normalizarse entre nosotros. Sin duda alguna que la
educación es un medio eficaz en esta tarea: una sociedad se construye desde la
base, si los cimientos son adecuados, nuestro edificio podrá enfrentar mejor
cualquier temblor de tierra.
Cuando
hablamos de educación, enseguida asociamos nuestro pensamiento al futuro, pero desgraciadamente,
la violencia o la falta de solidaridad son una realidad presente. El acoso
escolar que, según los expertos, afecta a uno de cada cuatro escolares, es el
ejemplo más visible de esta situación. No podemos olvidar que las escuelas, los
colegios, son reflejo a pequeña escala de las sociedades en las que vivimos y
eso incluye sus defectos. De manera que la educación no solo debe prepararles
para la edad adulta, también para enfrentarse, aquí y ahora, a hechos y
actitudes violentas o insolidarias.
Educación 24 horas
Se
trata, por tanto de una realidad nada teórica, una realidad sin vacaciones,
presente las 24 horas de cada uno de los días del año, atenta a cualquier
desfallecimiento en nuestro esfuerzo. Cuesta mucho dar un paso adelante y un segundo
retroceder dos, así que la educación en la tolerancia, la solidaridad o la
concordia exige una dedicación permanente y no puede limitarse a la hora
semanal que cada plan de estudios reserva a la maría de turno.
Educar
permanentemente afecta a nuestro comportamiento en cada situación que se nos
presente, cada gesto que hagamos o cada paso que demos. Como señala el promotor
de esta iniciativa, el procedimiento didáctico de esta actividad de educación debe
ser, sobre todo, vivencial, que es la mejor forma de convertir estos valores en
actitud y en hábito.
La educación es tarea de todos
Es
sencillo echarle la culpa al empedrado, al que diseña los planes de estudio o
los contenidos de las asignaturas que consiguen el efecto opuesto: que nos
comportemos como energúmenos para destruir la obra del otro al que enseguida calificamos
de “contrario”. ¡Menudo ejercicio de tolerancia! Son excusas para no afrontar
la realidad de que educar es tarea de todos. Es tan falsa la idea de que el
niño debe venir educado de casa, como la de que es la escuela la que debe
ocuparse de esa tarea.
Padres
y docentes tenemos el mismo objetivo y, por tanto, estamos obligados a
colaborar. Pero no solo ellos. También debe exigirse esta responsabilidad a
quienes, por su posición social influyen de hecho en
el comportamiento de nuestros jóvenes. Gente como los políticos o los
deportistas deben ser conscientes de que hay mucha gente observándoles,
dispuesta a imitar cada paso que dan o cada palabra que pronuncian, por lo que
es indispensable que asuman un comportamiento ejemplar (sobre esta cuestión
recomiendo leer dos artículos de Ángel Sanz publicados en Expansión: ¡Corred insensatos! y Vettel & Co: Elmono con metralleta).
Quería
terminar este artículo de un modo positivo y precisamente he encontrado un
ejemplo recientemente de lo que para mí es un ejercicio responsable de esta
labor pedagógica a la que me refiero en el párrafo anterior. En su libro “Todo
lo que era sólido”, el escritor Antonio Muñoz Molina hace la siguiente
reflexión: “…para convivir tendremos que
reconocer … no solo que el otro existe y tiene derecho pleno a su posición y no
puede ser suprimido o borrado sino que además resulta que tenemos en común con
él más cosas de las que nos gustaría aceptar”. Puede ser una buena forma de
afrontar la tarea: centrémonos en los valores que compartimos, por poco que
parezca, y ejerzamos la tolerancia, la solidaridad y la concordia con convicción,
porque creemos que es bueno y no porque nos venga bien.
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