jueves, 17 de octubre de 2013

ÁFRICA, SENTIDO Y SENSIBILIDAD

El día 10 de octubre se presentó  en rueda de prensa en Madrid, la nueva campaña de la Jornada Mundial de las misiones, DoMund.

Por esto, esta semana abrimos nuestro espacio a Araceli Guardeño, misionera, que con maestras pinceladas dibuja en este post como fue su vida en África durante más de una década y como esta experiencia vital te llega a volver del revés y te cambia para siempre.
Tanto si tienes sentimiento religioso como si no, no te dejará indiferente esta página a corazón abierto, que reflexiona acerca de los valores que mueven hoy nuestra sociedad.

Soy  Araceli Guardeño,  Misionera Cruzada de la Iglesia. He vivido en Camerún y en el Congo 17 años, y sueño cada día con lo vivido allí. En mí se encuentra TOTALMENTE viva esta experiencia.

No valdría la pena añadir más datos sobre la pobreza sabiendo que... la esperanza de vida ronda los 55 años, la luz es un lujo, el paludismo hace estragos o que muchas personas tienen que andar kilómetros y kilómetros para llegar a la escuela y al trabajo. Es esta una realidad, que a nosotros que tenemos todo y creemos que lo merecemos… nos resulta difícil de concebir, pero que desgraciadamente existe. A pesar de todas estas carencias, les ves con una alegría que no es normal.

Y aunque conviven a diario con las consecuencias de la injusticia y la pobreza, siempre traerán una sonrisa por delante. Conservan valores que nosotros hoy hemos perdido como dar prioridad a las relaciones humanas. Allí, te paras a hablar por la calle sin ninguna prisa, como si todo el mundo se conociera. Nuestro mundo, en cambio, se mueve cada vez más por intereses.


"África ha sacado lo mejor de mi misma y me ha hecho desarrollar todo aquello que he podido recibir como persona… mi humanidad entera…"
También sorprende su extrema solidaridad a pesar de no tener sus necesidades básicas cubiertas. Si les llegan noticias de que un vecino necesita cualquier cosa, harán lo posible para hacérselo llegar. Además, y por este mismo motivo, el africano acoge en su hogar al visitante aunque no sea de su familia.  Tu mismo puedes llegar a sus casas y siempre habrá una acogida.  

Lo más significativo para mí ha sido estar a pie de calle con la gente y compartir con ellos sus vidas… dejarme empapar de todo lo que veía. La sensibilidad allí se nos afina… con mujeres, hombres, jóvenes y niños en los  comedores sociales, en las escuelas, dispensarios, en la pastoral, en los barrios… llegando allí donde los sacerdotes no podían. Si tuviera que destacar un colectivo que me ha marcado grandemente, sería el de las mujeres porque aunque no se les reconozca, ellas son la auténtica columna vertebral de la economía africana; trabajan la tierra, comercian, llevan la casa y sacan a sus hijos adelante…

África tiene algo especial, allí se vive sintiendo que todo es un regalo, y esa gratuidad te hace vivir la vida de otra forma. La gente es especialmente agradecida, por cualquier cosa que tu hagas por ellos, te traerán un puñado de cacahuetes, un pedazo de jabón o te obsequiarán con alguna de sus comidas. África también tiene el ritmo en el cuerpo, tiene la cultura, tiene el paisaje… Para ellos, cualquier excusa es buena para reunirse en una celebración; las danzas, los ritos y los cánticos nunca faltan. No existen fronteras en cuanto a ideología religiosa y conviven con facilidad y sin ningún tipo de prejuicio católicos, protestantes o musulmanes.

Una vez aquí, en España, muchas cosas me parecen banales y  relativas. Perdemos mucha energía en situaciones que no tienen importancia y cuando nos llegue el momento de la muerte, no nos preguntaremos: ¿en qué se me ha escapado lo mejor de la vida?
 

"En África la gente no tiene nada pero lo tiene todo"
Me cogió tanto aquella realidad que mi país se hizo lejano y se me olvidaba. Allí viví las experiencias más fuertes… y aprendí desde subirme a un árbol, cambiar el aceite de un coche a trabajar la tierra… Fue un día a día de supervivencia que me  ha hecho más resistente y ha cambiado mi visión del  mundo y de la vida… todo se me hacía gratitud.

Confieso que ahora, de vez en cuando, reviso mi armario para comprobar que no se llena fútilmente y que solo guarda lo necesario, porque después de ver el sufrimiento causado por la injusticia de nuestro primer mundo, quiero que mi sensibilidad siempre esté despierta aquí, para luchar por un mundo mejor.

Cada día en mí, resuenan muchos nombres de África que me humanizaron, me acercaron al Dios de Jesús, me hicieron vivir y mantener dentro muchos valores que aquí noto perdidos. También vibra la palabra vergüenza. Vergüenza al ver como funcionan nuestros sistemas políticos, nuestra sociedad, nuestro hambre de dinero… vergüenza cada vez que dejamos correr el agua, cada vez que desperdiciamos…

Qué más añadir, quizá solo que los más pobres sean siempre el espejo de nuestra conciencia.






  
 



1 comentario:

  1. Siempre he oído mencionar a misioneros, voluntarios y turistas, las grandes virtudes de estos pueblos de África y de otras partes del mundo subdesarrolladas. Todos coinciden en su grata sorpresa, al descubrir que esas "pobres" gentes están, en muchos aspectos, más humanizadas que los que disfrutamos del llamado "Estado del Bienestar". Y creo que todas esas virtudes de la cultura africana, son una gran riqueza que deberíamos copiar en los países del primer mundo, donde nos estamos quedando con una comodidad materialista, cada vez más exenta de solidaridad y generosidad. Avanzamos mucho en tecnología y desarrollo industrial, pero están en crisis los valores tradicionales que nos han permitido ser lo que somos, pero que estamos dejando de ser.

    ResponderEliminar