En los últimos tiempos estamos asistiendo a cambios en los modelos que han regido nuestra forma de vida hasta hace bien poco, fundamentalmente por el empoderamiento del ciudadano, que ha abandonado el “quietismo” para asumir la importancia de implicarse en la gestión de las cosas que nos afectan y a no dejarlas en manos de intermediarios, que muchas veces persiguen su propio beneficio. En Club San José Madrid hemos publicado artículos sobre medio ambiente y sobre política, sobre desarrollo personal o propiedad intelectual, que inciden en esta idea, en la que se basa la economía colaborativa, un movimiento que consiste en cambiar, compartir o distribuir bienes o servicios con otras personas que puedan necesitarlos y, de paso, sacar provecho de ello. Se trata de una fórmula que viene creciendo sin parar desde 2012, impulsado por el auge de las redes sociales y las necesidades creadas por la crisis.
No sólo ahorro. Actuar en cooperación es la filosofía de la nueva economía colaborativa que ha hecho posible que la mayor cadena de hoteles del mundo no tenga ni una habitación, o que la más amplia red de trasporte público del mundo sea privada y no posea ni un vehículo en propiedad. Aplicaciones como Blablacar (20 millones de clientes en 18 países), que permite contactar con otra gente para facilitar el desplazamiento en coche a otro lugar, ya sea como usuario o conductor, o la también célebre Airbnb, que facilita el alojamiento entre desconocidos en más de 190 países, son toda una realidad. Representan un nuevo modelo de negocio que, bajo el concepto economía colaborativa, aprovechan la innovación tecnológica para brindar los mismos servicios de siempre de un modo distinto. ”¿Por qué limitarse a tener una bicicleta cuando se pueden tener 5.000?”, planteaba recientemente Cristóbal Gràcia, consultor de la comunidad colaborativa internacional OUISHARE, en clara alusión a Bicing, otro de los nuevos ejemplos de negocio colaborativo.
El consumo colaborativo no solamente se plantea como un nuevo modelo económico, hay toda una corriente de pensamiento que considera que va más allá de la posibilidad de ahorrar dinero (o incluso de ganarlo) y que estas iniciativas fortalecen la socialización (no se me asusten). El consumo colaborativo concilia ahorro y valores sociales tanto a pequeña escala (bancos del tiempo, huertos urbanos...) como a escala global (redes de truque o viajes), se trata de usar los recursos disponibles de un modo más eficiente, en definitiva de construir una sociedad más sostenible. Antonin Léonard, fundador de Ouishare, considera que muchas personas se dan cuenta de la oportunidad que representa este modelo que va más allá de la pura colaboración por internet y permite pensar otro tipo de sociedad. Por su parte, Luis Tamayo, analista de tendencias sociales y consumo, asegura que estamos a las puertas de un giro profundo en el que pasaremos del modelo hiperconsumista del comprar por comprar y del usar y tirar, al de compartir. Un modelo en el que se producirá la sustitución de negocios basados en “la propiedad” por aquéllos que se basan en facilitar el “acceso”. Está por ver hasta dónde llegará su impacto.
Confianza, factor clave. El auge de la economía colaborativa es imparable, como corrobora también un reciente informe de Price Waterhouse Coopers, que vaticina que en el año 2050 el 50% de los sectores de actividad de países como Reino Unido se basarán en este modelo de consumo. Este desarrollo dependerá en buena medida de la capacidad del modelo para generar confianza, que suele ser la barrera de entrada (cada vez menos) para quienes deciden comprar a través de internet. En este sentido, la “reputación on line” será un factor decisivo y en ella el cliente es la clave, por sus opiniones, que deben servir para calificar las plataformas como “confiables” para los demás consumidores interesados en ellas. En esta línea de trabajo surgen iniciativas para la certificación de esta reputación, como es el caso de TRAITY, un portal que aspira a convertirse en el estándar de la reputación en el modelo de consumo colaborativo. La idea surge de la propia experiencia de su fundador y CEO, el español Juan Cartagena (había conocido a su novia por internet pero no podía demostrarle que era un buen tío). La intención de Traity es crear un estándar de la reputación que permita integrar toda la información que existe en las redes sociales o de las transacciones on line positivas en portales como eBay o Airbnb, que demuestren que una determinada persona existe y es fiable.
Compras colectivas. Hay muchos ejemplos de este modelo de consumo, si tienes curiosidad, puedes echar un vistazo a la web www.consumocolaborativo.com en la que existe todo un directorio de “startups” asociadas a este concepto. En nuestro país, una manifestación de economía colaborativa, menos de negocio si se quiere, son las compras colectivas impulsadas por organizaciones de consumidores con el objetivo de abaratar los precios de servicios esenciales como la electricidad, la telefonía o los carburantes. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) consiguió que 477.000 hogares se sumasen a la iniciativa eléctrica, con ahorros medios de entre 50 y 80 euros anuales (cada cual puede hacer sus propios cálculos sobre la rentabilidad de la iniciativa). Las grandes compañías eléctricas dieron la espalda a este proceso, que terminó adjudicándose a Holaluz.com, que se ha comprometido a dar descuentos de hasta el 8%. Algo similar, aunque de menor calado (200.000 hogares), se consiguió con la compra de servicios de telefonía, un sector en el que existe mayor competencia efectiva entre compañías y precios.
En la actualidad, OCU tiene en marcha una campaña en el mercado de carburantes en busca de ahorro en la factura de combustibles que cada año pagan familias, autónomos y pymes. Según los datos recogidos en la web www.quieropagarmenosgasolina.org, el número de inscritos en esta iniciativa alcanza hoy los 173.856 consumidores. El objetivo es conseguir un descuento de ocho céntimos por litro de gasolina o gasoil. Esta iniciativa, a la que se accede a través de la web, se cerrará a los interesados el 12 de mayo (¡corred!) y el 22 de ese mismo mes se elegirá al operador que haya ofrecido el mayor descuento. En estos casos, concurre un elemento añadido: las compras colectivas tratan de romper la barrera de la falta de competencia, situación que es admitida por la propia Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) y que ha propiciado un cambio normativo que se materializará en la Ley de Hidrocarburos surgida de la Comisión de Industria, Energía y Turismo del Congreso de los Diputados y que se encuentra en su tramitación final. Este proyecto establece, entre otras medidas, que los grandes operadores petroleros no puedan copar más del 30% de las ventas minoristas anuales en cada provincia, con el objetivo de elevar la competencia en el sector y la reducción de los precios de los combustibles. Es un ejemplo de cómo el consumo colaborativo empieza a cambiar el modelo, ¿hasta dónde llegará?
Fricciones. Para algunos, la aparición de estos nuevos operadores y modelos de negocio no es más que la consecuencia lógica de adaptar la oferta a los cambios en la demanda y en los hábitos de consumo derivados de la irrupción tecnológica (ya hablamos algo de esto la semana pasada). Para otros, son un tipo de competencia desleal que hay que frenar y combatir legalmente. Parece evidente la necesidad de regulación con el fin de facilitar el encaje legislativo de la economía colaborativa y fortalecer el papel de los microemprendedores para que se incorporen de forma realista y competitiva al mercado y puedan hacerlo con seguridad jurídica y con menos rigidez de lo que ahora se exige, fundamentalmente mediante sistemas de autorregulación (códigos de conducta y buenas prácticas).
Por su parte, la CNMC ha puesto en marcha una encuesta entre empresas, asociaciones de consumidores, abogados y economistas para analizar en qué medida las leyes existentes son válidas como marco de referencia para la economía colaborativa y qué elementos debería incluir una nueva y más adecuada normativa para dos sectores muy concretos: el del transporte urbano e interurbano y el del alojamiento turístico. A partir de las respuestas, la CNMC elaborará un informe y una serie de recomendaciones que remitirá al Gobierno, para orientar la labor legislativa. Sharing España, en línea con lo que promueve Sharing España, asociación de empresas basadas en el consumo colaborativo, ha señalado es la necesidad de un marco regulatorio que les permita competir en igualdad de condiciones con las compañías tradicionales y que debe abordarse desde una perspectiva amplia, considerando no solamente sectores tan concretos como el de la movilidad o el alojamiento, porque la economía colaborativa no solamente se encuentra en servicios como movilidad o alojamiento, también tiene que ver con banca, con industria, con la manera en la que se puede fabricar dentro de entornos colaborativos o la manera en la que se puede investigar.
Para curiosos. No sé si habremos conseguido interesaros, pero si alguien estuviera interesado en este nuevo modelo de economía, podéis leer “La sociedad de coste marginal cero” de Jeremy Rikfin, “Vivir mejor con menos” de Albert Cañigueral o el que se considera el libro básico de este movimiento: “Lo que es mío es tuyo” de Rachel Botsman y Roo Rogers. También podéis seguir la tercera edición del certamen ZINC SHOWER que el próximo fin de semana (8 y 9 de mayo) presentará en Matadero Madrid casi 90 proyectos empresariales que han sido seleccionados como los más transformadores en torno a la economía creativa y colaborativa. En la pasada edición, Zinc Shower acogió a más de 7.000 asistentes, 358 ponentes, 170 actividades, 100 emprendedores y 115 inversores.
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