El pasado sábado se celebró el Día Internacional de Comercio Justo en más de 50 países, en el que se trata de promover el comercio justo, fomentando una relación comercial voluntaria y justa entre productores y consumidores. El lema de este año, 'Tira del Hilo', se ha centrado en luchar contra las injusticias que se producen en el sector textil, en el que según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), 21 millones de personas en el mundo están sometidas a trabajos forzosos, explotación y a una situación laboral más que precaria, con jornadas entre 12 y 14 horas y sueldos que no se acercan a lo mínimamente digno. A todo ello habría que añadirle otras "violaciones de derechos" como la ausencia de sindicatos o el empleo de niños obligados a trabajar. ¿Estamos ante una nueva forma de esclavitud?
COMERCIO JUSTO
EL PROBLEMA DEL PROBLEMA
El 25 de abril de 2013 conocíamos la terrible noticia del derrumbe del edificio Rana Plaza en Bangladesh, que albergaba cinco talleres de confección que producían para empresas europeas y norteamericanas. Perdieron la vida 1.138 personas y causó más de 1.500 heridos. No era la primera vez, unos meses antes, en noviembre de 2012, fueron 111 los muertos a causa de un incendio en una fábrica de ropa cercana a la capital, Dacca.
Ambas tragedias pusieron de manifiesto las pésimas condiciones de trabajo y seguridad de los empleados de la industria textil de ese país. El problema del problema es que las autoridades no tienen interés en una regulación más estricta de las condiciones laborales porque supondría aumentar los costes de producción, lo que daría lugar a que las empresas extranjeras hicieran sus pedidos a otros lugares. Se da la circunstancia, además, que Bangladesh y otros países que albergan grandes centros de producción textil están fuertemente endeudados con la banca privada y con las instituciones internacionales, como el FMI y el Banco Mundial, que les han impuesto planes de ajuste orientados a la exportación y la mejora de la competitividad.
Ambas tragedias pusieron de manifiesto las pésimas condiciones de trabajo y seguridad de los empleados de la industria textil de ese país. El problema del problema es que las autoridades no tienen interés en una regulación más estricta de las condiciones laborales porque supondría aumentar los costes de producción, lo que daría lugar a que las empresas extranjeras hicieran sus pedidos a otros lugares. Se da la circunstancia, además, que Bangladesh y otros países que albergan grandes centros de producción textil están fuertemente endeudados con la banca privada y con las instituciones internacionales, como el FMI y el Banco Mundial, que les han impuesto planes de ajuste orientados a la exportación y la mejora de la competitividad.
Por otro lado, las grandes marcas han evolucionado hacia modelos de negocio en los que sólo conservan las actividades más rentables de cada sector y externalizan todo lo demás. Muchas firmas no poseen un solo taller de costura. Se han especializado en el diseño y la distribución, la parte más lucrativa del negocio, mientras que la confección se deja a empresas subcontratadas que tienen su base en países que “aportan” costes laborales muy bajos.
"El 60% de la producción mundial se concentra en Asia, mientras que las grandes pasarelas siguen siendo París, Nueva York, Milán y Londres"
También los mercados financieros influyen. Las materias suelen comercializarse bajo la forma de futuros o de opciones. En el primer caso, comprador y vendedor se comprometen a intercambiar una mercancía en el futuro, pero al precio de mercado del día en el que se ha llegado al acuerdo. En el segundo, el comprador obtiene un derecho a comprar una mercancía, pero no tiene la obligación de hacerlo. Estos mercados de futuros generan especulación y los contratos rara vez se materializan: según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en el 98% de los casos no llega a realizarse la transacción. La miel en los labios o su gozo en un pozo. A esto se añaden los subsidios en los países del primer mundo. Un ejemplo claro es el cultivo de algodón, especialmente en Estados Unidos, donde han mantenido los precios bajos durante años, lo que ha afectado fundamentalmente a quienes se dedican a su cultivo en países africanos (la FAO calcula que la eliminación del apoyo a la producción de algodón en todo el mundo incrementaría los precios de este producto hasta un 11%).
Ropa Limpia es una red internacional de ONGs, sindicatos y organizaciones de consumidores presente en 14 países europeos que tiene entre sus objetivos mejorar las condiciones laborales en la industria textil y de material deportivo y conseguir que las condiciones de trabajo sean equivalentes a las establecidas por la OIT.
Ropa Limpia lleva a cabo investigaciones sobre la situación de las personas que trabajan en el sector textil (a veces a través de casos individuales) y difunde los resultados. Es una forma de completar la versión amable del marketing. También presiona a las grandes compañías para que se responsabilicen y se aseguren de que sus productos se fabrican en condiciones laborales dignas, para que adopten formas de compra más éticas (por ejemplo, en cuanto al precio y a las fechas de entrega), ya que si no, sus proveedores no serán capaces de poner en práctica las mejoras exigidas en las condiciones laborales. La Campaña Ropa Limpia cree que las empresas que se encuentran en lo más alto de la cadena de suministros de la industria textil deben actuar de forma responsable.
"La campaña Ropa Limpia cree que las empresas que se encuentran en lo más alto de la cadena de suministros deben actuar de forma responsable"
INTERMON OXFAM
En la misma línea de concienciación del consumidor están surgiendo otras iniciativas muy interesantes como el movimiento Slow Fashion (Moda Lenta) surgido por oposición al concepto de Fast Fashion de alta rotación de productos (que tanto éxito le ha dado a Inditex) y que pone el acento en los aspectos sociales y medioambientales bajo los que se ha elaborado la ropa a lo largo de todo el ciclo del producto: desde la extracción de la materia prima hasta la distribución, pasando por la transformación y confección de las prendas. También en España, la web Moves to Slow pretende servir de plataforma para poner en contacto a personas consumidoras y productoras que comparten interés por consumir/producir ropa, calzado o bisutería con criterios ecológicos, éticos y de proximidad.
La ONG jesuita Intermon Oxfam es, sin duda que la más conocida en materia de Comercio Justo. En 1994 abrió la primera de sus 38 tiendas actuales, gestionadas por 1.075 voluntarios, cuenta con su propia marca de ropa (Veroluna Comercio Justo) y con un sello que garantiza que un producto ha sido elaborado cumpliendo los principios de comercio justo y que los productores invierten en su desarrollo los beneficios obtenidos. Es un proyecto que apoya a 113 grupos productores de África, América Latina y Asia, ofreciéndoles las herramientas y la asistencia técnica necesaria para que se incorporen al mercado internacional.
ASPIRACIONES MUY HUMANAS
El Comercio Justo promueve la justicia social, económica y medioambiental, defiende salarios dignos que permitan cubrir necesidades básicas y condiciones laborales adecuadas y protección de la salud de los trabajadores. Lucha contra la explotación infantil y persigue la autonomía y mejora de la condición social de las mujeres, la protección del medio ambiente, la gestión democrática (asociaciones o cooperativas), la pre-financiación de la producción (para evitar que estos se endeuden con terceros), las relaciones comerciales a largo plazo y una prima social, un añadido sobre el precio previamente pactado para invertirlo en aspectos que, de forma democrática, se hayan definido como prioritarios para mejorar la calidad de vida de la comunidad.
Son aspiraciones justas, fundamentalmente humanas, ¿no os parece? Debemos asumir que se trata de una versión moderna de esclavitud y no debemos cerrar los ojos, taparnos los oídos o la boca, resguardados por el pretexto de un progreso mal entendido o de que el problema es demasiado grande para cada uno de nosotros. Meenakshi Ganguly, director de Human Rights Watch en Asia, dijo con motivo del derrumbe del Rana Plaza, que los consumidores podemos ejercer presión sobre las marcas, porque "cuando la sociedad toma conciencia de este tipo de situaciones, la industria se ve obligada a cambiar".
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