En este blog sentimos un interés especial por todas aquellas iniciativas que pretendan mejorar la sociedad en la que vivimos, más aún si sus promotores son personas que han decido abandonar el sofá y pasar a la acción para tratar de resolver los problemas que les afectan. Esta semana nos hacemos eco de una serie de iniciativas relacionadas con el (des)empleo, ese animal del que depende nuestra supervivencia.
Los datos del año recién terminado apuntan a que el empleo en España comienza a remontar después de seis largos ejercicios de crisis: 417.000 nuevos cotizantes en la Seguridad Social y casi 253.000 personas menos en las listas de parados son cifras que invitan al optimismo y así lo reflejan las encuestas sobre las preocupaciones de los españoles: del 42% de los encuestados que tienen empleo, el 73,6% no ve probable perderlo, mientras que entre los parados, el 33% confía en colocarse en el próximo año (tres puntos más que en diciembre de 2013) frente al 55,8% que no cree que ello ocurra (el 62,4% hace un año).
No pretendemos ser aguafiestas ni entrar en la pelea política, pero la esperanza es un sueño pendiente de confirmación. Por ahora es más un deseo en el que no se tienen en cuenta (evidentemente) invasiones, fenómenos naturales, corrupción, cambios políticos, … que suelen alterar el cálculo. Hay que intentar mejorar el futuro, pero lo actual es un país con casi 4,5 millones de parados, un dato que gana dramatismo cualitativo si lo desmenuzamos en parados de larga duración, mujeres, jóvenes, nivel de estudios o familias con todos sus miembros en paro, …
Desde luego, el nivel de (des)empleo es un elemento clave para medir la temperatura de la realidad social y económica de cualquier país y nuestros datos nos dicen que aún queda mucho camino para recuperar los niveles anteriores a esta interminable crisis, si es que eso llegar a ocurrir algún día, ya que hay muchas voces que opinan que se ha producido una corrección de nivel, que ha descontado la parte artificial o aparente. Parece ser que también en esto había cierta burbuja.
NUEVO PANORAMA
Recientemente leíamos un artículo de Ana Sáenz de Miera, Directora de Ashoka Emprendedores Sociales en España, una organización global, independiente y sin ánimo de lucro que lidera la apuesta por la innovación y el emprendimiento social, así como por la construcción de una sociedad de ciudadanos que sean actores de cambios (Changemakers).
Ana Sáenz destacaba el cambio de escenario socioeconómico que se está produciendo: desaparecen industrias enteras y emergen nuevos sectores y modelos de trabajo. Esta nueva realidad agrava el problema del desempleo porque aún no contamos con la mentalidad ni la preparación adecuadas. Pensemos en todos esos jóvenes que abandonaron prematuramente su formación atraídos por el canto de sirena de los sueldos que se pagaban en sectores como la construcción. O en los desempleados mayores de 50 años, que llevan 30 acostumbrados a otra cosa.
Ante esta nueva realidad, la autora considera que la ciudadanía puede convertirse en una potente fuente de nuevas soluciones generadoras de empleo y de impacto social positivo, al igual que ha generado modelos de economía colaborativa que han puesto en duda el status quo de muchas instituciones y sectores. Si lo pensamos un momento nos daremos cuenta que lo que se propone es sencillo y muy lógico, ya que nadie conoce mejor la situación que los propios afectados, solo se necesita un poco de ayuda y se busca entre los más cercanos o los que están en la misma situación.
Ya existen movimientos y alianzas en esta línea. Surgen de las iniciativas de muchos emprendedores sociales como el francés Said Hammouche, fundador de la agencia de empleo Mozaik RH, cuyo objetivo es integrar a jóvenes con talento de poblaciones desfavorecidas en puestos de trabajo de calidad en grandes empresas. O como Sandra Schürmann, emprendedora social alemana cuyo proyecto Projektfabrik ha ayudado a decenas de miles de jóvenes alemanes a encontrar trabajo o comenzar su propio negocio.
En nuestro país tenemos algunos ejemplos, como José María Pérez 'Peridis', que ha creado las lanzaderas de empleo que están enfocando la inserción laboral desde una perspectiva de cambio y acción para que las personas desempleadas recobren la ilusión y descubran todas sus competencias potenciales para encontrar un trabajo. El número de lanzaderas se ha expandido por toda la península con un porcentaje de éxito importante: un 50% de inserción de los participantes.
O la Fundación Tengo Hogar, que pone su foco en lo que la vivienda representa para una familia, por el riesgo de exclusión que implica su pérdida. Cuando uno pierde su casa, todo se vuelve más difícil: buscar trabajo, estudiar, hacer una entrevista, incluso mantener la unidad de los miembros de la familia. Para evitar esta brusca caída, la Fundación cede una vivienda temporalmente a un coste muy reducido a las familias que tienen ingresos regulares pero insuficientes para pagar una vivienda y cubrir sus necesidades básicas. Se les libera de preocupaciones y eso les permite dedicar su tiempo y energía a la mejora de su situación económica. Detenido el primer golpe, la Fundación acompaña a las familias, buscando el desarrollo y restructuración de sus fuentes de ingresos mediante el acceso al empleo o autoempleo, diseñando itinerarios socio-laborales, proporcionando formación complementaria entrenamiento para procesos de selección y contactos para generar oportunidades laborales. Todo ello con la colaboración desinteresada de lo que sus socios o empresas colaboradoras puedan aportar y no siempre es una aportación dineraria.
LOS CHANGEMAKERS COMO CLAVE DEL CAMBIO
No obstante, lo importante no está muchas veces en la creación directa de empleo, de hecho los emprendedores sociales no suelen generarlo a gran escala por sí solos, pero sí consiguen crear una conciencia sobre los problemas sociales de los que estamos hablando. Lo hacen proporcionando nuevos modelos de acceso a los servicios sociales, creando mercados laborales inclusivos, desarrollando una nueva cultura organizacional, aumentando la cohesión social o inspirando y animando a otros changemakers a convertirse en actores de cambio locales.
No hace falta irse muy lejos ni planear megainiciativas, si lo ideamos así es probable que no lleguemos siquiera a empezar. No se trata de montar una revolución, sino de implicarse y comprometerse en la solución del problema. Asumamos que podemos ser útiles en lo cercano y lo concreto. Simplemente hay que analizar si quiero hacerlo, qué puedo aportar y después buscar el sitio adecuado. Como alguien nos enseñó, toda caminata empieza con un paso.
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