En una nueva entrega de nuestro análisis político amateur, esta semana analizamos las dudas y las certezas que nos ha dejado el proceso de consultas, negociaciones y pactos que el pasado 13 de junio culminó con la formación de más de 8.000 municipios españoles.
Dispersión. En términos generales, los resultados de las elecciones del pasado 24 de mayo mostraron una deriva de los votos hacia la izquierda, pero sobre todo se ha alterado la dinámica de la alternancia. Los grandes partidos ya no duermen a pierna suelta, los ciudadanos les hemos desvelado con nuestro voto disperso. Se admiten apuestas: hay quien vaticina inestabilidad y caos a la italiana y hay quien augura más transparencia, más control, más rendición de cuentas.
El gato ya no es pardo. Los electores hemos desoído el consejo del voto útil, de modo que a los grandes partidos no les ha quedado más remedio que ponerse pactos a la obra. El PP ofreció al PSOE un gran acuerdo apelando a la moderación y la centralidad, en lo que hubiera sido el mayor ejercicio de gatopardismo en la historia de la democracia española. Cambiar para que nada cambie Pero el PSOE rechazó la idea de plano y de paso, aprovechó para meter al PP en el mismo saco que Bildu, lo cual es bastante injusto y nos devuelve a los tiempos del Pacto del Tinell. Mensaje despechado de Rajoy en Twitter hablando de pactos excéntricos y sectarios que no habían respetado la lista más votada y contestación del enemigo con el clásico “y tú más”: “Mensaje sectario e indigno de un presidente del Gobierno. Sr.Rajoy, la democracia es aceptar las reglas y lo votado”.
2+2 = 4, pero con matices. La norma básica a la hora de pactar sigue siendo que dos más dos son cuatro, así que gobierna quien haya conseguido sumar más concejales o más diputados, pero también es cierto que las matemáticas conducen a veces a resultados extraños, como que en un ayuntamiento sea alcalde alguien con la mitad de concejales que su rival. La necesidad de pactar también provoca ejercicios de reinterpretación de la voluntad de los votantes: tu partido “sabe” lo que hubieras dicho tú en una determinada situación. ¿Recordáis cuando Pedro Sánchez negaba cualquier posibilidad de pacto con Podemos? Hasta se negaba a pronunciar el nombre del partido de Pablo Iglesias y compañía, provocando las chanzas del personal de El Hormiguero. ¿Mintió a sus votantes, les traicionó? Veremos dónde llevan algunos pactos y si se reinterpretó correctamente, pero después de casi cuarenta años cada vez son más evidentes los síntomas de que hace falta retocar el sistema electoral para reforzar algunas costuras.
Los decisivos. Dentro del maremágnum de la dispersión del voto, dos partidos –Podemos y Ciudadanos- han adquirido una importante capacidad de influencia, que es probablemente lo mejor que le puede pasar a una formación que no tenga opciones reales de ganar unas elecciones. Este poder les permite alcanzar algunos de sus objetivos, lo vimos en el pasado con los nacionalistas y más recientemente con IU en Andalucía y Extremadura. En el Ayuntamiento de Madrid, el pacto Carmena-Carmona incluye llevar al Pleno algunas decisiones para las que la Junta de Gobierno tiene soberanía, como las modificaciones presupuestarias, aunque será en una sesión informativa sin votación, hubiera podido ser mejor pero al menos avanzamos en términos de transparencia. En la Comunidad, el pacto entre PP y Ciudadanos recoge la eliminación del aforamiento de los políticos y del Consejo Consultivo, así como las primarias en los partidos, acuerdos que eliminan privilegios e inciden en el funcionamiento democrático de las formaciones políticas. Igual es una forma práctica de evitar el rodillo de amasar.
Municipalistas. Entre los emergentes destaca la irrupción de este tipo de candidaturas al margen de los partidos tradicionales, especialmente en las grandes ciudades como Madrid y Barcelona, que le permitirá decidir las políticas locales de varios millones de personas en los próximos cuatro años. Esta circunstancia y la política de pactos comentada ha llevado a mucho amateurs a las alcaldías, algunos arrastrados por su compromiso social (recomiendo la lectura, por curiosa, del artículo “La Iglesia de base, detrás de los partidos emergentes que impulsan otra transición”). Esta inexperiencia y algunas posiciones radicales han generado dudas (para algunos certezas) sobre su aptitud para gestionar miles de millones euros ¿Será suficiente con la buena voluntad? ¿Dispondrán de presupuesto o se lo habrá llevado el viento del año electoral? ¿Se admitirá la excusa de la herencia recibida? Casi sin tiempo de tocar realidad, ya hemos visto que sus enemigos no se lo pondrán fácil, pero tampoco algunos de sus amigos. A nosotros nos gustaría simplemente que se dé la oportunidad para trabajar a quien haya sido elegido y que lo demás asuman su papel con espíritu constructivo, al fin y a la postre estamos jugando con lo que es de todos, así que nos conviene que salga lo mejor posible, sea quien sea el que gobierne en cada sitio.
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