El capitalismo se ha ganado a pulso su fama de depredador compulsivo y ciego, en ese proceso de la globalización que ha suprimido cualquier traba para su expansión hasta el último rincón del planeta. En este mismo blog hemos publicado artículos (Banca Ética, Capitalismo Humanista) en los que tratábamos de hacernos eco de otras formas de entender el desarrollo económico y, en esta línea, esta semana queremos hablar de la Responsabilidad Social de la Empresa (RSE) o Corporativa (RSC), que propugna una ética diferente en el modo de ejercer la actividad empresarial, más humana, aunque no menos economicista.
ACCIÓN-CONSECUENCIA-RESPONSABILIDAD
Tras un periodo en el que no había acuerdo sobre el significado de la RSC, el mundo empresarial y la sociedad civil han aproximado posiciones en torno a la necesidad de mantener un equilibrio adecuado entre las dimensiones económica, social y ambiental de la empresa.
En la Comunicación de la Comisión Europea “Estrategia renovada de la UE para 2011-2014 sobre la responsabilidad social de las empresas”, se define ésta como un proceso destinado a integrar las preocupaciones sociales, medioambientales y éticas, el respeto de los derechos humanos y las preocupaciones de los consumidores en sus operaciones empresariales.
Simplificando mucho, la RSC se articula en un proceso de tres pasos: en el primero, la empresa toma conciencia de su papel transformador y decide que debe hacer algo al respecto; en el segundo, se procede a la identificación de los afectados por su actividad –los denominados grupos de interés o stakeholders-; y en el último, se habilita un programa orientado a la satisfacción de las expectativas de éstos.
En este proceso resulta clave la concreción de esos stakeholders, ya que sus necesidades determinarán los objetivos y las acciones del plan de RSC. Aunque algunas puedan identificar grupos de interés específicos, en la mayoría de los casos se identifican a empleados, accionistas y sociedad, como los tres tipos más comunes de afectados por la actividad de cualquier empresa.
WIN-WIN
La idea pura es que las empresas se beneficien, al mismo tiempo que benefician a la sociedad (estrategia win-win). Pero no nos engañemos, por buena voluntad que se tenga y salvo honrosas excepciones, el directivo siempre tendrá un “siempre que….” para relegar las acciones de RSE a un segundo plano (en el primero estaría la satisfacción del accionista), más si cabe en épocas difíciles como la actual. Como decía la canción, malos tiempos para la lírica.
Aunque se ha avanzado mucho, no podemos hablar aún de una actitud socialmente responsable, en este ámbito las empresas no dan puntada sin hilo, pero tampoco hay que pasarse de puristas porque se han hecho cosas importantes. De hecho, 100 de las mayores empresas del mundo invirtieron 12.200 millones de dólares (más de 8.500 millones de euros) en programas asociados a la RSC (cerca del 2,5% de sus beneficios antes de impuestos), según se desprende del estudio realizado por KPMG International. Se trata de una cantidad equivalente a la ayuda exterior al desarrollo que realiza Francia anualmente. En fin, que no hay mal que por bien no venga.
La realidad actual de la RSE es que se concibe sobre todo como un recurso de marketing, una oportunidad de hacer más amable y atractiva la imagen de la empresa en el mercado y vender mejor sus productos o servicios. No obstante, los estudios sobre la materia coinciden en que la RSE no está aún al alcance de todos. Estos estudios reflejan que el perfil de las empresas más comprometidas es el de una corporación de gran tamaño, dedicada a una actividad industrial (con posibilidad, por tanto, de ocasionar un fuerte impacto social, especialmente en el medio ambiente) y sometidas a mayor exposición pública. La ventaja para la sociedad es que el volumen de fondos que manejan estas grandes compañías y que pueden destinar a este tipo de acciones es significativamente más grande, por lo que pueden provocar un impacto real en la sociedad. El reto, como diremos después, está en extender esta marea hacia las empresas de menor tamaño, que son la gran mayoría en nuestro país.
RAZONES PARA LA RSC
James Espstein-Reeves, colaborador de la revista económica Forbes, ha identificado seis razones para implementar en la empresa políticas de RSC:
Ahorro. Una de las mejores maneras de empezar a aplicar la sostenibilidad es utilizarla para rebajar costes: menos agua o menos energía implicarán un rápido ahorro. Así, para una compañía de alimentación dependiente de la agricultura, el cambio climático y su posible efecto en las cosechas debe ser una preocupación capital, por lo que puede centrar su atención en reducir el uso energético, la mayor fuente de CO2.
Innovación. En el contexto de la RSE, la innovación supone un importante beneficio para la compañía y la sociedad, por ejemplo a la hora de diseñar sistemas más eficientes de consumo energético.
Diferenciación de marca. Aunque la generalización de políticas responsables ha rebajado su importancia, este sigue siendo un factor decisivo en determinados ámbitos empresariales, como en las pymes.
Planificación a largo plazo. La RSE es un esfuerzo por los intereses de la compañía a largo plazo, así como para asegurar que su futuro será sostenible. Supone pasar de pensar en los resultados financieros del próximo trimestre a pensar en el impacto de dentro de diez años.
Compromiso del consumidor. Es fundamental que las acciones de RSE se conozcan y que se implique a los clientes, lo que se traduce en relaciones de mayor confianza entre éstos y la empresa, que es percibida como una aliada en la tarea de conseguir el mismo objetivo.
Compromiso de los empleados. Los empleados también deben ser conscientes de los objetivos de la empresa y hacerlos suyos. Algunas empresas han creado grupos de trabajo para definir la estrategia de sostenibilidad o para promover la actividad de los empleados en servicios comunitarios afines a las prioridades de la RSE de la empresa. Este tipo de iniciativas contribuyen a la cultura de la empresa que, a su vez, incide en otros factores como la diferenciación de la marca o la planificación a largo plazo.
CLAVES PARA SU DESARROLLO
En un informe sobre la Responsabilidad Social de la Empresa (junio 2013) elaborado por Aldo Olcese para la Comisión Europea, el autor destaca la contribución decisiva de la llamada sociedad civil (asociaciones, entidades, fundaciones, …) y el sector educativo (España es el país que más cátedras tiene en sus universidades y con más programas de alta dirección de RSE y Gobernanza en sus escuelas de negocio).
No obstante, la RSE no puede prescindir del impulso público, no para imponer a las empresas y las administraciones públicas determinadas conductas socialmente responsables. Para Olcese la clave del desarrollo sigue estando en la iniciativa privada, de manera que el Estado debe concentrarse en fijar las bases y los objetivos. En la medida en que muchas de las acciones de RSC de una empresa puedan estar recibiendo un incentivo fiscal del Estado, es perfectamente legítimo su orientación para una gestión más eficaz del conjunto de recursos y dirigir el esfuerzo colectivo en beneficio de determinados colectivos (inmigrantes, mujeres, dependientes, desempleados…) o sectores (educación, medio ambiente, investigación,….) en los que la sociedad tiene un interés especial. En esta línea puede destacarse el ejemplo del gobierno indio, que es el primero del mundo en reclamar a las compañías cuyos beneficios superen en millón de dólares que inviertan el 2% en proyectos de RSC.
Otros estudios (Godos, JL., Cabeza, L. y Fernández-Gago, R. “Determinantes empresariales de la RSC en España”, Revista de Responsabilidad Social de la Empresa, vol. 4, nº 3), defienden que este impulso público debe tratar de extender la RSE hacia las empresas de menor tamaño y al sector servicios, ámbitos en los que este tipo de políticas resulta prácticamente desconocido ya que, a diferencia de las grandes corporaciones, las pequeñas y medianas empresas no suelen enfrentarse a una demanda social explícita de RSE. Sin embargo, las relaciones con su entorno geográfico y con sus grupos de interés, suelen ser estrechas y tener un impacto muy directo en la identidad y prestigio de las mismas.
En un informe de la Dirección General de Industria y de la Pyme se destaca que este tipo de empresa representa el 99,88% del tejido empresarial español, lo que da una idea del recorrido que la RSE puede tener a medio plazo. Habrá que tener en cuenta que estas pymes no están sobradas de recursos, así que es en este punto donde más necesario se hace el estímulo público y del denominado Tercer Sector (ONG´s, Fundaciones, …) para cambiar la letra a la canción y que muchos pequeños esfuerzos confluyan en un resultado relevante para el conjunto de la sociedad.
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