martes, 1 de abril de 2014

DESAPRENDER TODO LO APRENDIDO



En su libro “Inteligencia emocional” (1996), Daniel Goleman, considerado uno de los autores imprescindibles en la materia, sostiene que el coeficiente intelectual no es suficiente para tener éxito, también es necesario contar con los sentimientos y con habilidades como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia o la empatía. Goleman no se quedó en esta afirmación, sino que avanzó un paso más para señalar que estas habilidades pueden entrenarse hasta convertirse en competencias que el sujeto puede manejar en los distintos ámbitos de su vida.

Tal vez os suene el tema porque en el mes de diciembre del año pasado ya publicamos “Piensa bien y acertarás”, de Alfonso Álvarez (¿recordáis al cuñado cenizo?), enfocado hacia las relaciones humanas y ahora volvemos a la carga con este artículo de Alberto Fernández, dirigido al terreno educativo, probablemente el más fértil. La inteligencia emocional no es una teoría más, es una realidad que cuenta con el aval de instituciones como la UNESCO, que en 2002 puso en marcha una iniciativa a nivel mundial remitiendo a los ministros de educación de ciento cuarenta países una declaración de los diez principios básicos imprescindibles para poner en marcha programas SEL (Social and Emotional Learning).

Desaprender todo lo aprendido
Por Alberto Fernández, asesor y consultor de estrategia empresarial

Uno de los temas que más preocupa a la comunidad educativa en España es, no sólo la formación que reciben los alumnos, sino también qué tipo de valores adquieren y aprenden cuando acuden a la escuela desde la más tierna infancia. El fracaso escolar, la violencia en cualquier de sus manifestaciones, la falta de respeto al prójimo sea compañero o profesor, están al orden del día entre los problemas a los que se enfrenta la educación en nuestro país.

Ante ellos, se esgrimen miles de argumentos que van, desde la falta de profesionalidad de los miembros educativos, hasta la cada vez mayor desvinculación de los padres en la educación de sus hijos. Se unen otros como una sociedad cada vez más permisiva, unos medios de entretenimiento y ocio que fomentan la violencia, la falta de recursos en las escuelas, la pérdida de una serie de valores que algunos incluso consideran tradicionales, etc. Yo, sin embargo, cuando me enfrento a un problema, antes de mirar qué ocurre fuera, intento mirar qué ocurre dentro de mí, pues por lo general, es más probable que yo esté siendo el origen de mi desdicha y no los demás.

Por ello, comparto la idea con muchos expertos en educación y formación, que la escuela está cometiendo una serie de errores, los cuales están permitiendo y fomentando los problemas antes descritos. Estos fallos son:

- Ignorar dos de las aportaciones más importantes de la neurología y las neurociencias. La primera, la Razón no sirve de nada sin las Emociones. La segunda, que el cerebro es un órgano tremendamente complejo, difícil de comprender, pero enormemente plástico.

- Ignorar que los profesores tienen que lidiar con una enorme diversidad cultural en las aulas. Pero también menospreciar aquello que todos tienen en común, las emociones.

- La jerarquización de las asignaturas, porque no son más importantes las matemáticas o la física, que las artes o la literatura. Como ha demostrado el psicólogo estadounidense Howard Gardner con su teoría de las inteligencias múltiples.

Vital es, sin embargo, por sus desastrosas consecuencias, el olvido sistemático de las emociones. Porque la vida no sólo exige una serie de conocimientos y habilidades basadas en la razón, sino también el uso inteligente de nuestras emociones y eso, sin embargo, no se enseña a nuestros hijos. Saber reconocer la tristeza, el asco, el miedo o la alegría supone poner nombre a algo que sentimos y sobre todo, significa que podemos gestionarlo.


"Estamos impidiendo que los niños y jóvenes tenga un desarrollo óptimo cuando les privamos de un aprendizaje social y emocional.” René Diekstra, psicólogo holandés

La inclusión de la inteligencia emocional en los colegios supondría que nuestros hijos, desde su más temprana edad, sabrían reconocer y tratar aquello que están sintiendo, poder compartirlo y sobre todo, hallar soluciones si les supone un problema. Se trata, al fin y al cabo, de adquirir una serie de habilidades sociales y emocionales que nos permiten conocer, pero también, conocernos y por tanto, entender cómo funciona nuestro lado emocional.

De lo que se trata cuando uno va a la escuela, es de desarrollar lo máximo posible nuestro talento, y éste, es simplemente la suma de dos variables, a saber, lo qué sabemos y cómo lo hacemos, es decir, de aptitudes y de actitudes, de razón y emoción.  La inteligencia emocional nos abre toda una serie de oportunidades para potenciar ese talento al máximo. Ha llegado el momento pues, de desaprender todo lo que hemos aprendido sobre lo qué debería ser un colegio, para volver aprender y crear las escuelas emocionalmente inteligentes que la vida nos está demandando.

El sistema educativo es anacrónico
REDES (87)





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